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Susanna, Cañete y ‘el Pantera’

Susanna Griso parece una hada buena como Blancanieves y es, como diría Ramón, un espejo de afeitar fríamente maligno, esperando que se corten los políticos que van al plató. Heine contó la historia del barbero inglés, que mientras enjabonaba a los clientes, se acordaba de los muertos de Wellington gritando: «Ah, si yo lo tuviera debajo de mi navaja como lo tengo a usted».

Susanna en Espejo público logró enjabonar a Miguel Arias Cañete y que se portara como un macho-man. Nadie sabe si el candidato perderá algunos decimales en el recuento final por ponerse en plan machirulo, por incurrir en la definición de machismo o actitud de superioridad del hombre frente a la mujer. Yo le conozco, y no es ni un señorito andaluz ni un Pepe ‘el Pantera’, que así le decían a José Domecq de la Riva, el último gran señorito de Jerez. Miguel Arias Cañete sólo está emparentado con los Domecq como consorte.

Paco Rabal cuando estábamos ciegos, me decía: «Soy como Pepe el Pantera. He sufrido cinco accidentes de automóvil y tengo a raya a mis queridas». Según Juan P. Simón, el Pantera, tenía en su palacio un león llamado Nerón, con el que a la hora compartía el fino. Cuando a principios de los 80, don José falleció, el obispo Bellido no permitió que el féretro entrara en la capilla del cementerio «por su vida disoluta y extramatrimonial». También le llamaban Pepe ‘el Rápido’ y tuvo accidentes, no como Paco por golfemia, sino porque compitió con Fangio en Montecarlo.

Cañete no se parece nada a Pepe el Pantera, excepto en la fascinación por los coches deportivos, pero el otro día se comportó como un señorito. En el PP no saben si ha sido un lapsus o una confesión, la prensa europea le llama cavernícola y retrógrado. Su equivocación puede costar más votos a la derecha que los papeles de Bárcenas. Lo más extraño es que un político que ha vivido en Europa olvide que hoy Simone de Beauvoir, una de las creadoras del feminismo, podría ser apartada como candidata a las elecciones europeas por su actitud machista, si se publicara en plena campaña lo que Castor escribió en una carta refiriéndose a una de sus amantes: «Al despertarme me siento como un gran hombre satisfecho. Sólo pienso en mi desayuno y en mi trabajo».

Lo más extraño en las campañas y en los debates es la ausencia de ingenio de los políticos para enmendar una metedura de pata. Falta agudeza y es raro, porque esa es una cualidad que suele adornar a los pícaros.