Gabo y las putas tristes

Tuve la suerte de contratar para la colaboración en Efe a los cuatro escritores que luego ganarían el Premio Nobel: García Márquez, Paz, Cela y Vargas Llosa. Los cuatro se incorporaron después al ABC verdadero, cuando asumí su dirección. Paz y Cela, de forma permanente; Vargas Llosa, hasta que fue seducido por Carmen Balcells y se mudó a otra casa; García Márquez, de forma esporádica. Paz y Cela fueron premio Cavia después de ganar el Nobel; Vargas Llosa, antes.

Gabo, que adoraba a su mujer, defendía siempre a sus amigos y a las putas tristes. Invitados él y yo por Jesús Aguirre a una cena en Mayte, el autor de El amor en los tiempos del cólera se mostró consternado por la suerte de su amigo Haroldo Conti, preso en la Argentina de Videla. Me pidió que averiguara su situación. Viajé a Buenos Aires, con motivo de su IV centenario, en el séquito de la Reina, junto a Dámaso Alonso, Rosales y Zamora Vicente. Asistí a un desayuno de media docena de personas en la Casa Rosada, con Doña Sofía y el dictador. Le pedí a la Reina que se interesara por la situación de Haroldo Conti y de Alicia Eguren, mi inolvidable amiga. Al concluir el café, Videla nos informó de que tanto Conti como Alicia no estaban desaparecidos sino muertos. Gabo se hizo eco del asesinato en un artículo en El País y tuvo la generosidad de agradecer mi gestión.

La atención del escritor hacia sus amigos no conocía límites. Recibí una información precisa de que el corresponsal de Efe en Nicaragua, Filadelfo Martínez, sería asesinado por la guerrilla al llegar al aeropuerto. No pude contactar con él. Llamé a García Márquez, que me atendió en el acto, habló con el comandante Cero y apenas tres horas después me telefoneó para decirme que todo estaba arreglado. El autor de Memoria de mis putas tristes le salvó la vida a aquel periodista de agencia que cabalgaba a galope sobre la noticia.Gabo sentía la profesión y fue un formidable articulista.

Recuerdo ahora las inacabables conversaciones con el novelista en la agencia Efe de México, los encuentros en España, la larga charla en Zacatecas cuando quería transformar la ortografía y el director de la Academia le persuadió en Madrid de que aquello era un error. Ni a él ni a Oswaldo Guayasamín les tuve en cuenta su devoción por Fidel Castro. Gabo, que hablaba del amor y otros demonios, que escribía sobre las putas tristes, estrenó en Madrid Diatriba de amor contra un hombre sentado. Ana Belén puede explicar mejor que nadie el sentido profundo de aquella comedia excepcional.

Luis María Anson es académico de la RAE.