Homenaje al fin de la segregación

Obama elogia a Lyndon B. Johnson por luchar por la igualdad

Barack Obama rindió ayer homenaje en Austin a su predecesor Lyndon B. Johnson con un discurso en el que elogió sus convicciones y la inteligencia política que desplegó para sacar adelante las leyes que propiciaron el principio del fin de la segregación racial.

«Como Martin Luther King o como Lincoln, Johnson sabía que la nuestra es una historia de optimismo y lo sabía porque él mismo había vivido esa historia», dijo el primer presidente afroamericano, que recordó que los derechos civiles habían abierto «nuevas puertas de oportunidades para todo el mundo, no sólo para negros y blancos sino para las mujeres, los latinos, los homosexuales y los ciudadanos con discapacidad». El evento se celebraba en la biblioteca presidencial de Johnson y tenía como objetivo conmemorar el cincuentenario de la Ley de Derechos Civiles, que se aprobó el 2 de julio de 1964.

Obama enumeró los logros legislativos de LBJ y recordó cómo desoyó los consejos de los asesores que le empujaban a posponer la aprobación de la Ley de Derechos Civiles hasta después de su primera y última campaña presidencial. «Le dijeron que no valía la pena perder el tiempo con causas perdidas por muy valiosas que fueran», dijo Obama, que acto seguido imitó con su voz la respuesta de Johnson a sus asesores: «¿Entonces para qué demonios sirve la Presidencia?».

El presidente recordó que la discriminación no se esfumó con las leyes que acabaron con la segregación racial en los años 60 y animó a sus seguidores a proseguir la lucha.

El nuevo presidente había jurado el cargo unos minutos después de la muerte de John F. Kennedy en uno de los compartimentos del Air Force One. Al día siguiente de su toma de posesión, llamó a Martin Luther King para decirle que utilizaría el impacto de la muerte de Kennedy para sacar adelante la Ley de Derechos Civiles.

A Johnson le aguardaba una reelección incierta en noviembre de 1964. Pero eso no evitó que empeñara su prestigio en unas negociaciones farragosas cuyos detalles conocía mejor que ninguno de sus colegas y cuyo desenlace propició el final de la discriminación en los estados del Sur.