¿Por qué Se calla?

LA PREGUNTA es por qué el Rey no responde. Sí, bien. Ya sé que la Zarzuela hizo público un comunicado tildando el libro de Pilar Urbano de «obra de ficción imposible de creer.» Y sé hasta qué punto se merece el calificativo de «ficción imposible» una prosa que suele desafiar, no ya las leyes del periodismo y la literatura fáctica, sino las puras leyes de la física. Pero, obviamente, la Zarzuela no se movilizaría por una novela, que no es que sean imposibles de creer, sino que ninguna aspira a ser creída. La Zarzuela se moviliza porque el libro de la periodista Urbano no opera en el ámbito de lo ficcional, sino en el de lo veraz. Y de él, para desacreditarlo, no se debe decir que es ficción, sino que es falso, que es un adjetivo muy diferente. En cualquier caso, eso son amaneramientos gremiales ante la vigorosa lección de esta historia.

Una periodista, resumiendo la historia, publica un libro donde recoge unas acusaciones de Adolfo Suárez al Rey de España: él contribuyó, aun indirectamente, al intento de golpe de Estado del 23 de febrero. Puede que estas acusaciones sean calumniosas; pero Suárez las hizo, al menos durante una irritada época de su vida. Como es natural el libro y las intervenciones mediáticas de la periodista desencadenan infinidad de comentarios. El que destaca es el del hijo de Suárez: «No tolero que con la mano de mi padre abofeteen al Rey». La intervención del hijo es perfectamente lógica: su padre ha muerto. Y, al parecer, y probablemente porque llevaba diez años con la memoria muerta, no ha dejado un relato memorialístico coherente que pueda confirmar o desmentir las afirmaciones de la periodista Urbano. Así pues, uno de los dos implicados no puede responder. ¿Pero y el otro? Está vivo, en ejercicio y con memoria. ¿Por qué no habla? La entrevista que yo quiero que haga la ejemplar Victoria Prego no es a Suárez Illana, entre otras cosas porque, respecto a lo que fue e hizo el político Adolfo Suárez, sabe bastante más que el hijo. Yo quiero ver al Rey delante de Victoria Prego, respondiéndole sobre el que fue su jefe de gobierno, sobre su dimisión y sobre el 23-F.

Cada seis meses anega España una ola de propaganda en torno a la modernización de la Monarquía y sus hitos. Al fin han logrado convencerme de que el Rey no es un concepto sino un hombre. Pues bien. Ahora es preciso que la ola llegue a la última playa. Allí donde debe quedar derogado su privilegio nuclear, que es el del silencio.