Bolinaga y amigos

HACE casi dos años, el Gobierno de Rajoy soltó al etarra Bolinaga, secuestrador y torturador de Ortega Lara durante año y medio, al que había dejado de dar de comer tres días antes, y cuyo paradero se negó a revelar a los agentes que lo detuvieron en la nave donde estaba camuflado el zulo. Tan dispuesto estaba a dejar morir al que durante tanto tiempo se entretuvo en ver sufrir, que a Ortega sólo le salvó el olfato de un agente que, como en las películas de serie negra, volvió sobre sus pasos después de registrar palmo a palmo y haber abandonado la nave, porque algo, una línea en el polvo, una leve mancha, uno de esos sutiles desajustes geométricos que sólo intuye el buen policía, no le cuadraba. Y lo encontró.

Sin ese talento de sabueso, Ortega Lara hubiera muerto de hambre. Ni siquiera el sanguinario De Juana Chaos, liberado por Zapatero y Rubalcaba tras ponerse en huelga de hambre, puede presumir de la ferocidad de Bolinaga, que nunca se ha arrepentido ni ha pedido perdón a sus víctimas. Además del secuestro y tortura de Ortega Lara, se le atribuía la participación en otros tres atentados. Pero hace poco apareció el sumario de un caso no prescrito, el del asesinato del guardia civil Antonio Ramos, que Garzón no tramitó como debía en 1998. El juez Moreno, gentil, lo ha interrogado por videoconferencia y ha ordenado prisión incondicional… en su casa. Dónde mejor va estar un preso.

La suelta de Bolinaga, preludio de la suelta masiva de etarras con la excusa de la sentencia del caso Parot, fue argumentada por Fernández Díaz diciendo que, según el informe forense, le quedaban unos días, tal vez pocas semanas de vida y que no dejar que muriese en su casa sería un acto de prevaricación. Cuando la suelta de De Juana, el Gobierno del PSOE esgrimió motivos humanitarios, y Patxi López dijo en la tele: «Lo importante es que Iñaki no se muera». Qué se va a morir. En cuanto a Bolinaga, por ahí anda, gordo y lustroso, tras demostrarse que el informe forense en el que se escudó Fernández Díaz nunca se realizó. Ayer, Daniel Portero denunció en Libertad Digital que Bolinaga podría haber participado –o podría ayudar a esclarecer– nueve asesinatos. El Ministerio del Interior y el de Justicia deberían explicar por qué se empeñan en que Bolinaga siga siendo un monumento a la prevaricación.