Operación Galaxia

SE HAN DETECTADO las primeras ondas del universo, la huella del Big Bang que demuestra la teoría de la inflación del cosmos. Al mismo tiempo en un cuartel de la Guardia Civil de Valdemoro se produjo una reunión detectada con el mismo telescopio de microondas en la que el universo parecía encogerse un poco. Una especie de Big Bang tímido que en lugar de estallar parece pedir perdón, y lo curioso es que entre ambos sucesos, alejados por miles de millones de años, se cumplen los seis grados de separación: hay entre lo de entonces y lo de ahora un par de conocidos como mucho. El recogimiento del espacio-tiempo, absurdo y subversivo, apreciable gracias a vibraciones cuánticas producidas por el chisporroteo de arroz, deja a cualquiera con la calculadora en suspenso. Al mismo ritmo creciente en que el universo se expande los Tejero se juntan para competir quien deja más limpia la paellera, prueba eficaz de aquello que decía Freeman Dyson: «Mientras más examino el cosmos y estudio los detalles de su arquitectura, más prueba hallo de que el universo sabía que veníamos». Hay como una colisión de la Física entre ambas noticias, una paradoja espacial que es recurrente en la Historia de España, peleada ya no en el territorio de las ideas sino de la ciencia: un objeto de estudio tal que llegado el momento de la invasión no se nos rodeará con tanques sino con lupas. ¿Qué hacían militares retirados, condenados por un golpe de Estado, comiendo paella servida por el Estado en un edificio de defensa del Estado? Pues conmemorando el aniversario del día en que no pudieron tumbar al Estado. Eso significa, ni más ni menos, que si llegan a triunfar tiran la casa por la ventana y ponen la cubertería de acero. Ha irrumpido en escena un Tejero sacerdote como irrumpía Leopoldo María en El Desencanto, poniéndolo todo patas arriba para decir que era una comida entre amigos, por si la destitución necesitaba más argumentos. Después de tantos años el universo y después de tantos años Tejero, casi siempre en armonía de movimientos, frecuentando los mismos bares. Difícil no imaginar a Hawking en Valdemoro echado a un lado como un voyeur para tratar de descifrar el plante al Big Bang promovido por los irreductibles del 23-F, origen y expansión del cosmos en el que orbitan alrededor de un mundo antiguo en el que las palabras honor, lealtad y España producían en su boca generalmente ganas de no salir de cama. O de asomarse a la ventana, como mucho, para saber si el universo había optado por sentarse a esperar a que llegase la autoridad competente.