La visita del ministro le pilló haciendo la colada. Mientras frotaba en el barreño la pequeña ropa de su hija, observaba impasible la nube de fotógrafos, cámaras y periodistas que captaban la primera vez que un miembro del Gobierno actual pisaba el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (Ceti) de Melilla. Esta joven nigeriana vive allí desde que hace dos años llegó sola a Melilla, embarazada de su marido, que todavía no ha encontrado la fórmula de acceder a la ciudad. Y aunque le han dado la oportunidad de marcharse a la península para vivir en un centro de acogida, ella se ha negado a hacerlo hasta que no llegue su esposo.
Jorge Fernández Díaz se topó con ella al salir de una de las abarrotadas dependencias del Ceti, donde viven cerca de 1.300 inmigrantes, el triple de su capacidad. La chica, con su niña colgada a la espalda, estaba lavando unos leotardos oscuros cuando el ministro del Interior se le acercó para interesarse por su historia. «Por favor, ayúdame. Habla con tus amigos», rogó esta nigeriana de pelo trenzado con el «poco español» que, según dijo, ha podido aprender en su estancia en Melilla.
La conversación entre Fernández Díaz y la inmigrante, a la que se sumó la secretaria general de Inmigración y Emigración, Marina del Corral, fue una de las imágenes del día en la visita del titular de Interior, que minutos más tarde, al ser preguntado por esta secuencia, acertó a decir que los sin papeles «encarnan la dimensión humana y dramática» del problema que Melilla tiene con la inmigración clandestina. Se comprometió a «complacer» en la medida que sea posible la petición que le transmitieron, pero antes «hay que hacer algunos trámites para asegurarse de que no se están aprovechando todavía más de la buena fe de esa pobre gente».
Tras este encuentro, que terminó con un apretón de manos y un pequeño pellizco en el moflete de la hija, Fernández Díaz salió en defensa de las concertinas en la valla por su efecto disuasorio demostrado con números. De los 16.500 intentos de entrada que hubo en 2007, se pasó a sólo 32 en 2007. Después, al retirarlas, la cifra volvió a subir hasta los 480. Además, anunció la inversión de un millón y medio de euros para reforzar el perímetro ante la «fortísima presión migratoria» que sufre.
Ahora la crisis se vive en la valla, por donde han entrado en lo que va de año más de medio millar de inmigrantes en cinco intentos masivos; los tres últimos, en apenas 11 días. La consecuencia de esa extrema presión es una «saturación importantísima» en el centro de estancia temporal, como ayer mismo pudo comprobar el ministro.
En el Ceti ha sido necesario instalar 11 tiendas de campaña para dar un techo, aunque sea de tela, a decenas de inmigrantes desde hace más de dos semanas. Porque el centro, que tiene 480 plazas, acoge actualmente a más de 1.300 sin papeles de muy diversas procedencias, que comparten el sueño de llegar a Europa aunque sea por la puerta de atrás que representa la clandestinidad.
El grupo mayoritario viene de Mali, unos 270, pero también hay cerca de 200 de Guinea-Conakry, unos 150 sirios y alrededor de 120 de Camerún. Son las nacionalidades mayoritarias entre los habitantes del centro, donde vive un centenar de familias. La misma cantidad que hay de menores de edad que están registrados junto a sus padres. Todos, grandes o pequeños, lo que quieren es salir de Melilla y alcanzar el Viejo Continente.
Compromiso de refuerzo
Sobre la necesidad expresada por España de implicar a Bruselas en esta crisis migratoria, los populares europeos asumieron como propia la reclamación de concertar una verdadera política de inmigración común en la UE, y más aún, de reforzar las fronteras y «crear más sinergias entre los servicios de guardacostas», informan Carmen Remírez de Ganuza y Carlos Segovia.
Así lo acordaron los miembros del PPE en su congreso de Dublín, tal como refleja el documento con el que se enfrentarán a las próximas elecciones europeas y que ayer votaron en el plenario. Es un documento que habla de «fronteras abiertas», «inmigración» e «integración», dentro del territorio de la Unión, pero que, a la vez, contempla una política de estricta vigilancia de fronteras exteriores, y hasta de «repatriación efectiva». El compromiso electoral más concreto del partido de Merkel y Rajoy guarda relación con el aumento de los recursos e instrumentos puestos a disposición de la Agencia Frontex, tradicionalmente limitados por presión de los países del norte. En compensación, éstos enmendaron ayer el acuerdo para disponer en un futuro de fondos suficientes para atender a sus propios gastos, derivados del considerable volumen de refugiados y asilados llegados a su territorio.