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  • Raul del Pozo

Al mensajero matara

«Escribir muy llanamente sin torcer ni una parte ni otra», dice Bernal Díaz del Castillo en Historia verdadera de Nueva España; según Arturo Pérez-Reverte,uno de los mejores relatos de la Historia. Bernal, de prodigiosa memoria, que ni fue latino ni asistió a la universidad, tenía ese talento de los cronistas de Indias que elevaron el castellano a una de las maravillas del mundo, a pesar del expurgo, la quema de libros y de autores. «Nunca se escribió más y mejor», reconoce Menéndez y Pelayo.

Hoy, para prosperar en la Corte es mejor no escribir muy llanamente, sino de forma oblicua; sin adoptar la postura inclinada, no es que sea difícil publicar, sino sobrevivir. Conozco a reporteros y columnistas que comen en los cócteles. Escribir en Madrid no es llorar, sino lampar. Según la Asociación de la Prensa, se han cerrado en los últimos seis años 284 medios (periódicos, televisiones, agencias, diarios, gratuitos...) y se han destruido 11.000 puestos de trabajo en los ERE, cierres y recortes.

No está claro que la postura correcta para sobrevivir sea la del escriba, porque si das coba a los que mandan, te desprecian; si los criticas, te callan o te condenan a escribir en el espacio y a ser becario. Nadie puede negar que en la actualidad hay libertad de información pero, como es natural, los poderes se reservan el último recurso para controlar los medios: publicidad institucional, concesiones de radio y televisión, advertencias a las empresas anunciadoras o, simplemente, cañamón al rompepelotas.

Escribe Robert Greene, maquiavelo de tuiteros y raperos, en Las 48 reglas del poder, que para sobrevivir en el oficio de escribir de política no hay que olvidar el proverbio del rey que mata al mensajero. Esa bárbara costumbre se explica con la lírica cortesana en el Romance del rey moro que perdió Alhama. «Cartas le fueron venidas / que Alhama era ganada [...] Las cartas echó en el fuego / y al mensajero matara».

Ahora es imposible matar a millones de mensajeros que dan noticias en todos los soportes de la Red. Lo intentan, inútilmente, en China, en Irán, en Arabia Saudí.

Ya no se puede esconder ni el robo ni la carne, como cuenta Bienvenido Llopis en su La censura franquista en el cartel de cine. Dice el autor que cubrían los escotes y las piernas de Marilyn Monroe o Ava Gardner. Hoy vivimos la explosión de la libertad en un mundo abierto, aunque hay quien sospecha que el desguace de medios y la coacción a la prensa son síntomas claros de la crisis de la democracia.