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  • Salvador Sostres

Ganar

Aznar perdió en 1993 desde la crispación, y también crispado obtuvo en 1996 su «amarga victoria». Sólo cuando se tranquilizó, y se centró, ganó como dios manda y la derecha consiguió en 2000 su primera mayoría absoluta. Luego, otra vez extremado, el PP volvió a perder, ya con Mariano Rajoy al frente, y hasta Zapatero llegó a presidente. Es cierto que los socialistas jugaron sucio con el 11-M, y hasta prebélico, pero las encuestas de los días inmediatamente previos a los atentados daban resultados muy ajustados y el PP quedaba muy lejos de su último éxito.

También en 2008, un Rajoy enfadado, excéntrico y controlado por la vieja guardia del aznarismo–Acebes, Zaplana, etcétera– perdió contra un Zapatero al que cualquier candidato con dos dedos de frente habría humillado desde la moderación y el temple.

En 2010, cuando Rajoy se calmó, configuró su equipo y empezó a trabajar a su ritmo y manera, y ganó con una mayoría absoluta incluso mayor que la obtenida por Aznar hacía una década.

Muchas son las voces que le reclaman ahora mano dura y demostraciones severas, y al no moverse tiene que aguantar toda clase de reproches, la escisión de Vox y la murga de Rosa Díez. Son tiempos angustiosos e inciertos, pero la recuperación económica está llegando poco a poco a todos los sectores de la sociedad, hay algunos impuestos que pronto se podrán bajar, la confianza irá convirtiéndose en el sentimiento general y las próximas elecciones se volverán a ganar desde la centralidad.

No me malinterpreten: soy más de derechas que el presidente y que todo su Gobierno, pienso que no tiene ningún sentido que médicos y maestros sean funcionarios, que escuelas y hospitales deberían ser todos privados y que el Estado tendría que limitarse a concertar los servicios necesarios para aquellas personas que, por alguna razón, no pudieran costeárselos. Por alguna razón justificada, porque los demás no tenemos por qué mantener a holgazanes ni pagarle nada a uno que cobra 1.500 euros.

Pero si mi libertad de decir lo que pienso limita sólo con la paciencia del director del periódico, Rajoy tiene que elegir entre tener razón y ganar. Alejo Vidal-Quadras tiene razón cuando dice que Montoro es un socialdemócrata, imputación que en cualquier conversación civilizada se usa como un insulto. Pero si el presidente hace lo que Alejo y yo pensamos que tendría que hacer, muy probablemente dejará de serlo en breve y su agenda reformista –aunque tímida, reformista– será sustituida por la involución socialista, que es lo peor que a España podría sucederle.

Me gustaría que las cosas funcionaran de un modo más alegre y creativo, que la gente fuera más audaz, y distinguiera mejor. Si vingués l’amor, que dolç que seria. Pero tenemos que trabajar con lo que hay, con los políticos que tenemos, con la ciudadanía que tenemos –bastante peor que sus gobernantes, por cierto– y teniendo en cuenta las particularidades de nuestro tiempo.

Se gana desde el centro y se pierde desde los extremos. Las reformas son complejas y se cuecen a fuego lento. Tener razón es una veleidad de tertulianos y columnistas. Y en cualquier caso, cualquier razón, cualquier prosperidad y cualquier esperanza fenecen cuando ganan los socialistas.