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  • Luis M. Anson

DESDE Isabel la Católica ninguna mujer ha mandado tanto en España como Soraya Sáenz de Santamaría. Su partido se alzó en las elecciones del año 2011 con una holgada mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados y también en el Senado. Gobierna, además, en buena parte de los Ayuntamientos de relieve y ganó en casi todas las Comunidades Autónomas, incluso en Andalucía, aunque cedió el poder al Frente Popular.

Soraya Sáenz de Santamaría es una mujer muy inteligente. Dispone de un sólido equipaje jurídico e intelectual. Tiene larga experiencia política. Es sencilla y trabajadora. Se hace querer por los que la rodean, que admiran su espíritu de solidaridad y su sagacidad para el juicio político. Cuenta con excelentes colaboradores y consejeros, entre ellos, y de forma destacada, con uno de los hombres más inteligentes y capaces que he conocido a lo largo de mi dilatada vida profesional: Mauricio Casals.

Soraya es leal a Mariano Rajoy hasta de pensamiento. Le venera. Quema en su alabanza todos los días cantidades ingentes de incienso en el botafumeiro del palacio de la Moncloa. El presidente, dedicado a los acuciantes problemas económicos nacionales e internacionales, ha delegado en ella la gobernación de una parte considerable de los asuntos de Estado. Trabajadora incansable, la vicepresidenta se ocupa de todo, lo ordena todo, manda sobre todo. Dispone a través del Centro Nacional de Inteligencia, que de ella depende, de la mejor información de la vida nacional. Sáenz de Santamaría maneja con prudencia y eficacia esa información y se recrea en sus inacabables poderes. Es el sorayato. Excelente parlamentaria, la vicepresidenta no derrota a los que de ella discrepan. Los aplasta. Los escabecha. Tiene muchos enemigos y alguna rival que conspira para clavarle por la espalda la navaja cachicuerna. No lo conseguirá. Soraya sabe guardarse los flancos. Ha conseguido, además, el respeto de casi todos los medios de comunicación. Sé muy bien a qué y a quién se debe ese milagro. Ni siquiera la Sexta se atreve a meterse con ella. Lástima su despego del mundo cultural. La voy a invitar al teatro cuando estrene Angélica Liddell, a ver si se entera de qué va la cosa.

Tengo para mí que el poeta sabio pensaba en Soraya cuando escribió su verso liminar: «Hermosa eres, oh amiga mía, dulce y encantadora como Jerusalén, terrible como un Ejército en orden de batalla».

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.