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  • Luis M. Anson

Apoteosis de la insidia

DURANTE la dictadura de Franco, la serpiente del rumor reptaba todos los días por los mentideros políticos, económicos o sociales. Era la respuesta a la censura atroz que Juan Aparicio, Valentín Gutiérrez Durán, Adolfo Muñoz Alonso y Gabriel Arias-Salgado, entre otros, imponían, obedeciendo con delectación las órdenes del caudillo vencedor de la guerra incivil española. El rumor es la noticia que corre sin precisión entre la gente y que se deforma de boca en boca.

Con la democracia, la libertad de expresión marginó en gran parte el juego de los rumores. Y algunos profesionales del periodismo –los menos, esa es la verdad– se dedicaron a propagar bulos, es decir, noticias a sabiendas de que eran falsas. La venta de ejemplares de ciertos periódicos se conseguía a base de bulos que el tiempo desmentía. En la España histórica del patio de vecindad, del patio de monipodio, hay siempre gentes dispuestas a creerse las especies más absurdas, como aquella del Príncipe de Asturias, hijo de Alfonso XIII, que se desayunaba todos los días con la sangre que se extraía a los soldados.

Lo que caracteriza ahora a determinados contertulios de radio y televisión y a ciertos periódicos digitales es la insidia. La inmensa mayoría de las tertulias audiovisuales, tanto políticas, como económicas, como del corazón, la inmensa mayoría de los diarios digitales, enriquecen la libertad de expresión y son serios y constructivos. Solo algunos se dedican a la insidia, es decir, a la palabra dicha o escrita con mala intención. Se trata de hacer daño y por eso los rumores, los bulos, incluso las noticias contrastadas, se propagan manipuladas para fragilizar famas o conductas. Personajes de la política, de la empresa o de los sindicatos, famosetes del mundo rosa, son víctimas a diario de las insidias deslizadas en los periódicos impresos, hablados, audiovisuales o digitales por gentes que generalmente no son periodistas.

Vivimos, en fin, la apoteosis de la insidia. Padecen los españoles a aquellos que se dedican a forrarse los bolsillos haciendo en ocasiones daño irreparable. Dirigentes políticos, económicos, sindicales, sociales, actores, actrices, cantantes, gentes del famoseo, se enfrentan cada día con la insidia, que se ha convertido ya en un torrente tumultuoso sin otro muro de contención que los periodistas responsables, los medios de comunicación serios y los jueces honrados.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.