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  • Manuel Jabois

Sálvese quien pueda

NADA MÁS empezar la fiesta de los premios de EL MUNDO me crucé con Raúl del Pozo, que señaló el cóctel: «¿Has visto? Estamos en lo más alto: ¡no ha aparecido ni un subsecretario!». Donde yo veía a James Cagney subido a la gasolinera («estoy en la cima del mundo, mamá»), Del Pozo, más agudo, veía un filón que ni el periódico se atrevió a explotar, con lo ágil que suele ser para detectar noticias: un diario sin ministro que le escudriñe los canapés.

Podría pensar lo mismo el PP en Valladolid, donde celebra convención nacional envuelto en ausencias, algunas dramáticas y otras, como la de José María Aznar, honorarias. Tras años vigilándose con estrépito, la aparatosa nostalgia con la que el PP de Aznar mira el de Rajoy amenaza con independizarse sin retorno, un extraño derecho a decidir que ya ha ido pariendo un partido en el que volcar unos las ruinas y otros las esperanzas. Siguiendo la máxima fraguiana que se extendió a los últimos rincones de Galicia como un mensaje de paz, fuera del PP hace mucho frío. Ya saben en Vox que del amor al odio hay una llamada.

En Valladolid, como en EL MUNDO, no habrá esa especie de tutela espiritual con la que suele presentarse el poder, aun siendo inútil. La forma que encontró el Gobierno para expresarse contra este periódico fue la del plantón, casi una figura retórica que empleará ahora Aznar con Rajoy alegando viajes al extranjero. Podría alguien en el PP celebrar el «por fin solos», pero si Del Pozo lo hacía invocando una independencia primitiva con la que no transigieron normas elementales de educación, en el caso del marianismo (movimiento pendular en el PP con un único miembro natural, que a veces ni siquiera es Rajoy) Valladolid será la primera plaza en la que se haga explícita la fractura, llevándose el antiguo PP discursos casi fundacionales de la derecha española, el más grave de todos el de las víctimas del terrorismo.

A la huida de Ortega, Abascal y Vidal-Quadras, y la desaparición voluntaria de Mayor Oreja, podría haber respondido Aznar con ese gesto grandilocuente de salvador de las esencias del PP y presentarse en Valladolid a sacudir conciencias, como antaño. Ha considerado más importante cumplir su agenda internacional de presidente de Faes, no cabe duda que influyente; su abstención ilustra el mensaje hacia los suyos, numerosos, que merodean por Génova como invitados: sálvese quien pueda.