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  • Federico Jimenez Losantos

El crimen en televisión

MARIANO RAJOY, cuya intervención y la de alguno de sus ministros fue esencial para que Aznar permitiera al grupo Planeta hacerse con Antena 3 TV, ha forjado un duopolio en la televisión comercial –dieciséis cadenas nacionales, ocho para Berlusconi y ocho para Lara– que no tiene igual en Europa. Ni siquiera en Italia un condenado por la Justicia como Berlusconi tiene tantas cadenas de televisión. Tantas, que, si quisiera seguir en política, le sería fácil venirse a España y presentarse a las elecciones utilizando de señuelo a alguno de los presentadores de su teleimperio, que ya fue peana de Jesús Gil al servicio del PSOE lo mismo que Antena 3 fue la plataforma de Mario Conde al servicio de sí mismo y contra Aznar, o sea, también al servicio del PSOE. Cuando cayó Banesto, Buruaga le dijo a Aznar tales atrocidades en el telediario de A3 que aquí mismo le pronostiqué un futuro aznarista esplendoroso. MAR y su jefe buscaban, sobre todo, disciplina.

Para asegurar el duopolio perfecto de Berlusconi y Lara, el Gobierno del PP ha creado un modelo financiero que, al prohibir la publicidad en cadena, ha destruido en sólo dos años las pequeñas cadenas que podían aportar un mínimo pluralismo a una sociedad ya aplastada por los partidos políticos, que además del duopolio perfecto –con mayoría de programas contra el PP, porque el PP prefiere la izquierda a la derecha– se reservan infinito dinero público para las cadenas autonómicas: Canal Sur, TV3, ETB y demás.

Por supuesto, hay programas mejores y peores, más y menos libres, con más o menos calidad, sobre todo en el ámbito rosa y amarillo, pero el duopolio es liberticida en esencia. Sin embargo, al ser casi perfecto resulta también homicida: se matan por un punto de audiencia. Y ahora rivalizan, talón mediante, para conseguir las exclusivas de los asesinos y violadores que el Gobierno infame y la Justicia han puesto en libertad. El más buscado es Miquel Ricart, el asesino de las niñas de Alcásser, que hace años fueron objeto en Antena 3 de repugnante explotación amarillista. Dicen que ahora Tele 5 será teatro de un amarillismo aún más sórdido: no el regodeo en el dolor de las víctimas sino el blanqueo de imagen de su asesino. Diríase que la degradación de la vida pública se ha convertido en el placer preferido de Mariano Rajoy.