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  • Salvador Sostres

Nunca máis

LA SENTENCIA judicial claramente absolutoria pone punto final a la farsa del Prestige. Esa farsa política organizada por la izquierda política y cultural para utilizar como siempre el dolor ajeno con el único fin de insultar al Partido Popular.

Lo que se presentó como una tragedia de consecuencias irreparables fue un accidente y hoy están más limpias que nunca las playas manchadas. Lo que se presentó como la mala gestión de una crisis fue una mentira más de la izquierda ecoprogre: el Gobierno ayudó de un modo eficaz a los pescadores y el Partido Popular ganó las siguientes elecciones municipales en la mayoría de los pueblos afectados.

Lo que se presentó como un crimen ha quedado exento de cualquier responsabilidad penal.

Lo que nunca máis tendría que volver a repetirse, en un Estado de Derecho como España, son estas repugnantes operaciones de acoso y derribo con que la izquierda intenta barrer del poder a la derecha cuando gobierna. Lo que nunca máis tendríamos que volver a tolerar es esta persecución de raíz totalitaria con que los socialistas convierten al adversario en enemigo, y el intercambio de ideas que enriquece el debate público, en una cacería sin escrúpulos que en su paradigma moral recuerda tenebrosamente a la facilidad con que la FAI te venía a buscar por ser empresario o católico.

Que la farsa puesta al descubierto del Prestige sirva de escarmiento a tantos y tantos españoles de buena fe que alguna vez se tragaron la terrible demagogia socialista, con sus trampas y sus pegatinas.

Ni la guerra de Irak fue un genocidio, ni el hundimiento del Prestige fue un crimen, ni el atentado de Atocha fue culpa o responsabilidad de Aznar por su foto en las Azores.

Con la guerra de Irak acabamos con un dictador que masacraba a su pueblo, aquellos hilillos de plastilina desaparecieron casi tan rápido como se crearon, la culpa de cualquier atentado es de quien pone las bombas y el occidente fértil libra su batalla más crucial precisamente contra Al Qaeda y el islamismo en general.

El no saber perder de la izquierda y su permanente tensión prebélica, y que el PSOE continúe siendo la única alternativa de gobierno, nos aleja de la homologación europea y nos devuelve al sórdido atraso de la checa.