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Nosotros, los catalanes

NO ME GUSTA opinar sobre Cataluña. Para los que están muy vinculados a ella (o para aquellos que no lo están nada), opinar es fácil. Basta con dejarse llevar por la inercia. No es mi caso. Yo estoy entre dos fuegos y no me pronuncio por no enfrentarme a los míos. En casa estaba prohibido hablar de política. Las pocas veces que surgía el tema, mi madre cortaba por lo sano: «La política no os dará de comer». Hace pocos años leí que mi padre había sido encarcelado y torturado por tener el carnet del Estat Catalá. Cuando salió de la cárcel, no volvió a rechistar. Jamás nos confesó sus devaneos secesionistas ni nos habló de la guerra. Mutis total. El padre de mi padre tenía nacionalidad francesa y se pasó la contienda pidiendo indemnizaciones por los destrozos que las revueltas causaban en las lunas de su escaparate. A mi abuelo el francés este país se la sudaba.

Hasta donde me alcanza el recuerdo, mi padre era gente de orden. O sea, de derechas. Y aunque criticaba al Régimen, comulgaba con él. Ahora sé que sus quejas sólo tenían un objetivo: llevar la contraria. Respecto a su catalanidad, era muy básica. Lo recuerdo dormitando frente a la tele y sobresaltándose de pronto ante alguien que salía en pantalla: «¡Ése es catalán!», señalaba emocionado. Lo decía como si todos los catalanes fuéramos primos.

Mi padre murió de un zurriagazo al corazón a los 65 años. Había cambiado mucho y se ponía nervioso con la gente de la ceba (cáscara amarga), que inesperadamente empezaba a crecer y multiplicarse. Mi madre cogió el testigo de mi padre y durante el luto votó al mismo partido que votaba él. Un año nos juntamos para celebrar el 11 de Septiembre y le pedimos que tuviera preparada la senyera. Llegó la Diada y nos tendió un paquete. «Es lo único que he encontrado», dijo. ¡Era la bandera francesa de mi abuelo!

Desaparecidos mis padres, los hermanos hemos evolucionado hacia posturas contrapuestas, lo que ha causado dolorosos enfrentamientos. En Cataluña yo siento una fuerte sensación de extrañamiento, pero en Madrid la carga del mensaje mediático me empuja a solidarizarme con los catalanes. El derecho a decidir es incuestionable (digan lo que digan las constituciones). Si yo viviera en Cataluña apoyaría la celebración de un referéndum y votaría que No.