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Hablar del Estado

El presidente sí tiene quien le escriba. Aznar fue a San Sebastián para presentar en el hotel Londres un libro de testimonios de víctimas editado por la Fundación Villacisneros. El ex presidente del Gobierno y presidente de honor del Partido Popular hizo un gran discurso para los asistentes al acto, entre los que no estaban los dirigentes del PP vasco, que delegaron su representación en el portavoz del PP en el Ayuntamiento donostiarra –Ramón, tú la llevas–, el mismo Ramón Gómez que les cubrió el expediente en el homenaje a Gregorio Ordóñez del Hotel María Cristina el pasado 26 de enero, 18 años después de su asesinato.

Hizo un gran discurso, en el que habló de víctimas y terrorismo. Y también de la Nación y la Constitución y sus desafíos. Fue preciso, riguroso, contundente en ocho folios de intervención: «Si queremos un futuro sin terror no podemos actuar como si el terror no hubiera existido», dijo, una expresión que recuerda la atinada alerta que Joseba Arregi escribió en una tribuna de este periódico hace pocos años: «Los nacionalistas aspiran a vivir y gobernar, no como si ETA no existiera, sino como si no hubiera existido nunca».

Hubo ideas claras sobre el ejercicio del poder, el Estado, la Ley: «España no es, no puede ser una idea, una opinión entre otras (…). No es una virtud del Estado dejarse desafiar cuando se funda en el derecho y sirve a la libertad». Una observación irreprochable. Muy probablemente no otra cosa quiso decir Rubalcaba cuando afirmó: «Quien echa un pulso al Estado, lo pierde». Fue el 5 de diciembre de 2010, cuando la huelga de los controladores.

Hoy Rubalcaba no podría decirlo en asunto mucho más grave, no le dejarían sus compañeros catalanes. En las palabras de Aznar había un emplazamiento para Rajoy ante «un nacionalismo que pide lo imposible: el desguace de la Nación y del Estado». Y no hablemos del desafío radical: ayer mismo, los procesados de Segi tiraron globos de color naranja, en la Audiencia Nacional, ante el tribunal que los juzgaba. Poco antes, el presidente de Sortu había admitido que llamar «fascista» en el Parlamento a Sémper, el portavoz ausente, fue una falta de decoro, pero bueno, la actitud del PP es fascista y totalitaria.

Fue una lástima que la presidenta del partido, el secretario general, el portavoz y los demás tuvieran problemas de agenda para poder asistir ayer al acto del Londres. Habrían aprendido algo importante sobre la política, la democracia, la naturaleza del terrorismo, el Estado y el desafío soberanista. Algunos conceptos básicos, un pasito para la traqueteada democracia española, una zancada larga para el PP vasco.