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  • Luis M. Anson

Objetivo: 11 de septiembre de 2014

EL GOBIERNO está a verlas venir. Le es igual que la televisión autonómica catalana dedique sus espacios a la denigración de España, que 100.000 personas se manifiesten en el estadio del Barcelona o que el presidente de la Generalidad se cachondee de las disposiciones de Hacienda en cuestiones económicas. Todo da igual. Aquí no pasa nada. Disfrutemos del poder y sus prebendas y que talle el que venga después. Semejante cerrilismo se descubre siempre agazapado tras los sucesos históricos que zarandearon la vida de nuestra nación. España ha perdido el pulso, podría decirse al contemplar la reacción de encefalograma plano del Gobierno de Madrid ante el bien organizado ataque de las instituciones catalanas secesionistas.

Oriol Junqueras, y su marioneta Arturo Mas, pretenden que la Diada reúna a 2.000.000 de catalanes por la independencia. Es el punto de partida para la celebración durante todo un año de mil actividades minuciosamente planificadas y financiadas –políticas, sociales, culturales, deportivas– para proclamar el próximo 11 de septiembre del año 2014, 300 años después, la independencia de Cataluña, a la que procurarán posteriormente dar viabilidad democrática y legal, con o sin el acuerdo del Gobierno de España y su Parlamento.

Así de cruda y simple es la realidad en la que nos estamos moviendo. Oriol Junqueras, y su dócil títere Arturo Mas, han arbitrado ya los recursos económicos que, a costa de gravar el déficit, permitirán financiar un año de celebraciones, de actos y manifestaciones secesionistas. Y lo grave no está en la decisión de un personaje antisistema y otro personaje fracasado. Lo grave es la respuesta arriólica al estilo de los tres monos de Nikko: no ver nada, no oír nada, no decir nada. El Gobierno de Mariano Rajoy carece del menor proyecto serio para hacer frente a la ofensiva secesionista que se intensificará durante los próximos 12 meses. En Moncloa y aledaños se trabaja a corto plazo, a veces con acierto, como la política exterior y el tratamiento de la crisis. Pero ahí termina todo. Los grandes problemas nacionales, los de fondo, esos se quedan al aire de los tiempos.

Mariano Rajoy debería encomendar al Rey la convocatoria de una docena de nombres ilustres para abordar la inaplazable reforma constitucional: Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, Joaquín Almunia, Javier Solana, José Bono, Eduardo Zaplana, Jorge de Esteban y los más acreditados catedráticos de Derecho Constitucional. No se trata de que planteen la reforma que a ellos les guste sino la que quieren las nuevas generaciones para que se integren en un sistema del que ahora están abrumadoramente divorciados. Habrá que consultar a los líderes de opinión de las nuevas generaciones, a los jóvenes dirigentes políticos, sociales, sindicales, religiosos, culturales, económicos, deportivos… Solo una reforma constitucional de fondo, que cumpla las exigencias formales del artículo 168 de la Constitución, podrá dar continuidad a un régimen que está agotado y que necesita incorporar a la juventud para subsistir y hacer frente a las veleidades secesionistas. Es, en todo caso, el entero pueblo español el que debe manifestarse y establecer los caminos por los que transite el futuro de España.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.