• Sala de columnas
  • Arcadi Espada

Lo imparable

EL CASO de este jugador Casillas, Príncipe de Asturias y también casado con una locutora, campeón. Llega un pendenciero. Pendenciero los hay de dos tipos básicos: los que utilizan las pendencias para exhibir su genio y los que encubren su fatigosa mediocridad con ellas. Así pues y cuando ya era evidente que su tiempo se acababa en puro fracaso, y en puro teatro, el pendenciero busca una salida de humo y aparta de su sitio al campeón, al yerno de Móstoles, al viva España roja, al que resolvió en una noche con un independentista de Tarrasa el pleito español. Se supone que este jugador Casillas habría cometido errores deportivos. Inútilmente busqué en la crónica de los días su responsabilidad en alguna derrota, la tarde aciaga. Ni un dato. En su ausencia, el entrenador dejó ir il venticello: era el traidor del vestuario. Traidor quería decir que explicaba a los periodistas cómo los jugadores discutían sus continuas derrotas con el entrenador. Cuando lo apartaron calló con resignación, pero ni siquiera en ese trance dejó de ser ejemplar y laborioso: como después de muchos años tenía tiempo libre, concibió un hijo. Mientras tanto, en la portería el pendenciero colocó a un tipo seguro, uno de esos que todo lo que le meten es imparable: es decir, uno cualquiera, yo mismo, un héroe de Los Cármenes o Altabix. Es cierto que a veces el jugador Casillas salía melancólicamente de su marco, a por uvas; pero con él lo imparable había dejado de ser. Y es así como la Humanidad avanza.

Lo interesante, sin embargo, vino luego. El rotundo apoyo popular que la ficción del pendenciero fue cobrando. La alianza entre los fondos, el sur del Estadio y el insondable fondo del populacho internáutico, convirtieron al campeón en un monigote. Una tras otra sus virtudes deportivas y humanas, las reales y las simbólicas, fueron metódicamente violentadas por la tropa purulenta. La apoteosis culminó este domingo: un italiano fondón utilizó al jugador Casillas y su apartamiento para demostrar que es él el que manda. Pobre hombre. ¡Si supiera quiénes son los que realmente mandan y cuál es la naturaleza de sus dictados!

Hasta hace cuatro días exactos el jugador Casillas era el principal héroe español. No son raras las caídas fulgurantes de los héroes. Lo asombroso de este caso es que no ha sido necesaria ninguna corrupción, el descubrimiento de algún pesado secreto, un crimen o un error. Nada, absolutamente. ¡Ni siquiera la envidia igualitaria! Solo que la tropa purulenta tiene que comer.