Sacerdote.– Por nuestros amigos que se encuentran encarcelados o están perseguidos por causa de la Justicia. Roguemos al Señor.
Fieles.– Te rogamos, óyenos.
Misa de ocho en la iglesia de Santa María Magdalena, en el barrio madrileño de Chamartín. En primera fila, un hombre anciano participa con sentida devoción en la celebración: reza, se mantiene de pie, se arrodilla, da la paz a sus acompañantes, comulga… Eso sí, en todo momento precisa de la ayuda de un bastón y de un hombre joven que permanece a su lado. Él es uno de los protagonistas de la semana tras las declaraciones de Cospedal, Álvarez-Cascos y Arenas ante el magistrado Pablo Ruz. Álvaro Lapuerta, ex tesorero del PP.
El bochorno de agosto agobia la ciudad, aunque dentro del templo no se necesitan ni abanicos ni ventiladores. Los 17 fieles presentes en la pequeña capilla agradecen que el aire acondicionado funcione a la perfección. También Lapuerta. Cumplirá 86 años el próximo 22 de febrero. Hasta ahora, se encontraba enfermo e impedido para declarar en el juzgado, pero se le ve cada día mejor y ya camina por la calle. Ante Dios, sí comparece. No, por ahora, ante la Justicia.
A la salida de la misa nos acercamos a él y nos interesamos por su estado de salud.
– ¿Don Álvaro, cómo está usted?
– Mucho mejor, gracias. Es la primera vez que salgo desde que tuve mi enfermedad. Vengo a misa por primera vez desde hace seis meses. Concretamente, desde febrero.
– ¿Entonces, se encuentra mucho mejor?
– Bueno, así, así [hace un gesto con la mano]. Voy mejorando poco a poco. Tuve las dos caídas muy juntas, una en febrero y otra en marzo o abril… ya no me acuerdo.
– ¿Usted cree que todo este asunto Bárcenas le puede hacer mucho daño al Partido Popular, como acaba de declarar un antecesor suyo, Ángel Sanchís?
– No. No creo que le haga mucho daño.
«Bueno, vamos a dejarlo ya, que mi padre está muy cansado y no puede contestar preguntas». Interrumpe el hombre joven que acompaña a Álvaro Lapuerta y que resulta ser uno de sus 10 hijos.
Esta semana, el nombre de Álvaro Lapuerta se ha repetido varias veces en las declaraciones realizadas ante el juez Pablo Ruz por Francisco Álvarez-Cascos, Javier Arenas y María Dolores de Cospedal. Los tres piensan que sigue enfermo y desconocen su recuperación. Ellos le han señalado como el máximo responsable, junto a Luis Bárcenas (preso en Soto del Real), de todos los dineros que entraban y salían de la sede del PP en la calle de Génova. Sus testimonios han sido coincidentes: ninguno de los tres puso la mano en el fuego por el que fuera durante 15 años (1993-2008) máximo responsable de Tesorería del PP. Más bien todo lo contrario, todos cargaron la responsabilidad en los tesoreros.
Cascos, Arenas y Cospedal responsabilizaron de cualquier posible irregularidad en las donaciones recibidas, y en las entregas de dinero efectuadas desde el partido, a los que fueron celadores de su caja fuerte. Esto es, tanto a Luis Bárcenas como a su antecesor, Álvaro Lapuerta. Incluso María Dolores de Cospedal llegó a afirmar respecto al control de las donaciones que «son labores exclusivas del tesorero y del gerente, es decir, Lapuerta y Bárcenas».
Sucede que, mientras Luis Bárcenas está preso y ha dejado constancia en el procedimiento de su versión intentando justificar todo lo contrario (existencia de una contabilidad B, pago de sobresueldos y conocimiento de las donaciones por parte de los dirigentes del Partido Popular), el otro tesorero señalado por los secretarios generales, Álvaro Lapuerta (también imputado por el juez Pablo Ruz), no ha podido declarar, hasta el momento, ante el magistrado de la Audiencia Nacional. Su maltrecha salud se lo habría venido impidiendo.
Álvaro Lapuerta sufrió una caída en su domicilio, a mediados del pasado mes de marzo, por la que fue ingresado en el hospital de Sanchinarro de Madrid durante varios días, por un fuerte golpe en el cráneo. Posteriormente, el 28 de abril, Lapuerta sufrió otra caída similar, aunque ésta de consecuencias aún más graves. Este segundo golpe le produjo varias hemorragias intracraneales y una elevada hipertensión craneal, por lo que se le mantuvo en estado de coma durante varios días.
Desde entonces, el octogenario Lapuerta no ha podido contestar a las preguntas de las partes personadas dentro de la pieza separada abierta en la Audiencia Nacional. Únicamente pudo prestar declaración ante el fiscal Antonio Romeral, el pasado 7 de febrero, y ante el juez Pablo Ruz, el 22 de marzo. Su aspecto físico era entonces muy distinto al que presenta hoy a la salida de la iglesia.
En aquella ocasión, Lapuerta entró por su propio pie y a un buen ritmo en la sede de la Fiscalía Anticorrupción, donde declaró durante más de dos horas. Allí negó tajantemente la existencia de una contabilidad B distinta de la oficial, pero sí admitió la recepción de donaciones, aunque éstas siempre realizadas por los cauces legales: «Se ingresaba el dinero a través de transferencias bancarias», declaró en aquella ocasión.
Por último, el ex tesorero fue sometido a realizar un cuerpo de escritura por parte de un miembro de la Policía Judicial. El objetivo era cotejar su letra y su firma con las que figuraban en las primeras fotocopias de Bárcenas. Hay que señalar que Luis Bárcenas, después de rectificar su primera versión, ya ha entregado en la Audiencia Nacional la documentación original y ha declarado que esas letras y firmas corresponden a Álvaro Lapuerta.
Los forenses del Instituto Legal de la Audiencia Nacional examinaron el pasado mes de julio al antiguo tesorero. Su conclusión no deja margen a ninguna duda: Álvaro Lapuerta no reúne las condiciones «para realizar una declaración compleja». El pasado 24 de julio, el juez Ruz suspendió su citación como imputado, ordenando a los forenses que le volvieran a examinar a partir del 1 de septiembre para que «contrasten o no la existencia de mejoras clínicas».
Sus hijos declararon mediante un comunicado, también en julio, que nadie se aprovechara de la «vulnerabilidad», «inocencia» e «indefensión» de su padre, y que nadie lo utilizara como «chivo expiatorio». Según ellos, su progenitor «se limitó a cumplir con pulcritud y fidelidad todo lo que los líderes del partido, Manuel Fraga, José María Aznar y Mariano Rajoy, le demandaron a lo largo de los años».
– Don Álvaro, una última pregunta. ¿Por qué sus hijos dijeron que las dos caídas fueron muy extrañas?
–Porque fueron muy extrañas, contesta su mujer, Marilena Montoya, que avanza justo detrás de él, y añade: «Fueron las dos en el mismo sitio dentro de nuestra casa y de una manera un poco rara».
– ¿Pero estaba él solo?
–No, contesta ahora Álvaro Lapuerta. «Iba con mi mujer las dos veces. En una ocasión iba ella delante y en otra caminaba yo detrás».
«Ya está bien», tercia interrumpiendo el hijo de Álvaro Lapuerta. «Nos vamos ya. Además parece que lo que han declarado hoy en la Audiencia Nacional [se refiere a lo dicho por Arenas y Álvarez-Cascos el martes] no le va a venir muy bien a EL MUNDO».
Lo cierto es que Álvaro Lapuerta se encuentra mejor y ya camina por la calle. Y va a misa.
> Vea hoy en Orbyt las imágenes de Álvaro Lapuerta.