«No soy un monstruo, soy un enfermo»

Cadena perpetua para el secuestrador y violador de las tres jóvenes de Cleveland

Ariel Castro pasará el resto de su vida en la cárcel. Allí «morirás todos los días», le dijo una de sus víctimas, Michelle Knight, a la que tuvo secuestrada y convertida en una esclava sexual durante 11 años, en los que su torturador le provocó cinco abortos a base de no darle comida y pegarle palizas. Knight también vaticinó a su torturador: «Estarás en el infierno por toda la eternidad».

Knight y sus dos compañeras de cautiverio en el sótano de la casa de Castro en Cleveland –Amanda Berry, que estuvo secuestrada durante diez años, y Gina DeJesus, durante nueve– también sufrirán «una condena a cadena perpetua» en la forma del trauma que su experiencia les ha dejado, según explicó ayer en el juicio Frank Ochberg.

Ese testimonio es significativo: Ochberg es una autoridad mundial en psiquiatría y el primer médico que escribió un tratado clínico sobre el síndrome de estrés postraumático, es decir, las secuelas que deja una experiencia extrema como la sufrida por las víctimas de Castro.

El violador y torturador confeso admitió sus crímenes, pero se autoeximió de responsabilidades. «Las acusaciones de que las golpeaba son totalmente falsas», dijo Castro, que también negó haber provocado los abortos a Knight. «No soy un monstruo, soy una persona con una enfermedad. Tengo una adicción. Igual que un alcohólico», añadió.

Castro, que sufrió abusos sexuales cuando era niño y que tiene una marcada adicción a la pornografía, no es, sin embargo, un enfermo. Ése fue el dictamen del psicólogo forense Gregory Saathof ante el tribunal: «El alcance y magnitud de los crímenes de Castro no tienen precedentes», pero el acusado no tiene síntomas «de ningún tipo de enfermedad mental».

El juicio, retransmitido en directo por televisión, fue una reedición de los horrores del cautiverio de las tres mujeres. Castro negó haber golpeado a ninguna de ellas, y también haber provocado los cinco abortos a Knight, a pesar de que se había declarado culpable de esos cargos. Al admitir su responsabilidad, Castro eliminaba, en virtud de un acuerdo con la fiscalía, la posibilidad de ser condenado a muerte debido a los cinco abortos.

En Estados Unidos no hay precedentes de una condena a muerte por asesinar a una persona que no ha nacido, y muchos expertos dudaban de que esa opción fuera a prosperar. Pero el caso de Ariel Castro es tan extremo que ninguna posibilidad podría ser descartada. En total, el secuestrador se había declarado culpable de 997 delitos, y ahora ha sido condenado a cadena perpetua más 1.000 años de cárcel.

Es una sentencia que el juez del caso, Michael Russo, consideró «proporcionada» ante los crímenes de Castro. Russo afirmó que el propósito de la pena no es sólo para proteger a la comunidad de un depredador sexual como el condenado, sino también «para castigarle». En palabras del magistrado, «no hay sitio en esta ciudad, no hay sitio en este país, no hay sitio en este mundo para aquellos que esclavicen a otros».