La mente mueve el cuerpo

Hemos superado ya el ecuador de la competición. El cansancio acumulado es más que notorio, pero el segundo hemisferio que queda por nadar es mucho más agradecido para la deportista. A partir de hoy habrá una prueba por día. Ya sólo quedan las finales de las rutinas libres y la traca final del combo para el último día. Hoy, Ona Carbonell nadará la final del solo, lleva nueve pruebas en la mochila, sin parar ni descansar ni un día. El bagaje físico pesa, pero la mente es quien puede ahora restar o sumar. Hacer de remolque o de lastre. ¿Cómo prepararse para esta tortura autoinducida? ¿Se puede entrenar el tute del Mundial para una solista que lo nada todo?

Sin duda, reproducirlo con anterioridad es imposible, demasiados aspectos añaden gramos a esa mochila. La presión, la gente, los horarios, los medios de comunicación, los controles antidopaje, las pocas horas de descanso, las repetidas veces que se sale y se entra al agua… Sin embargo, existe la forma de romper con los patrones mentales adquiridos desde la infancia. Si estamos extremadamente cansados, nos venimos abajo. Si nos desanimamos, podemos llegar a una espiral sin fondo. Y si no reposamos ni sentimos cómo el dolor va invadiendo nuestro cuerpo, podemos caer en graves negatividades. Pero resulta que hay que rendir, así es la competición. ¿Cómo romper la ecuación cansancio y dolor igual a sensación negativa?

En el último Mundial, en Shanghai, me preparé mucho para llegar entera al último día y poder rendir al máximo. El miedo invadía a veces mi mirada, y ese es el peor saboteador que podemos llevar dentro. Me preparé para deshacerme de él. Aprendí maneras de mejorar la concentración y dominio del pensamiento con técnicas como la Meditación Vipassana, y aprendí a disolver el miedo viviendo en el momento presente. La inseguridad y la negatividad, en general, viven del futuro y del pasado, y nuestra mente está habituada a saltar de uno a otro. Si en el momento en que sentimos ese malestar lo observamos con ecuanimidad, observándolo como si fuésemos un espectador externo, y nos hacemos conscientes de que es momentáneo, que nada es para siempre, uno comprueba que la sensación se desvanece. Se trata de no juzgar la sensación, porque al hacerlo no somos ecuánimes y reaccionamos con aversión hacia ella.

Y lo que es peor: desear (que significa estar en el futuro) una sensación más agradable con la consiguiente frustración por no obtenerla. Aceptar la realidad tal y como es, no como quieras que sea. Al hacerlo vivimos el momento presente, se disipa el miedo y disfrutamos sin preocuparnos de cómo vamos a acabar. Vía directa para ser feliz en un entorno hostil en situaciones límite. Hoy, Ona empieza los últimos metros de la maratón, ahora más que nunca necesita su mente de su lado, necesita el apoyo de la grada que son dosis de energía inyectadas al instante, energía virtual transformada en vatios corporales para poder ofrecer esta tarde al espectador su versión más presencial del arte que la mueve: sirenizarse en el agua.