Huir de la guerra hacia la violencia sexual

Refugiadas sirias acaban inmersas en redes de prostitución en el vecino Líbano

Son las víctimas más frágiles de la guerra siria. Refugiadas que huyen del conflicto y acaban inmersas en redes de prostitución y trata de mujeres en el vecino Líbano. Lo revelan organizaciones no gubernamentales, pese a las escasas denuncias y el silencio de los medios de comunicación. Con 620. 000 refugiados en el registro oficial del país –de los cuales un 78% son mujeres y niños–, los casos se han multiplicado en el último año.

Dar Al-Amal, ONG libanesa que desde hace más de 40 años defiende los derechos de las mujeres en riesgo de explotación sexual y violencia, confirma que se trata de un problema al alza, especialmente entre los grupos más marginados.

«Las guerras y los conflictos armados representan una incubadora perfecta para la explotación de estas mujeres. La prevención es crucial a través de la educación, el sistema de seguridad social y el trabajo», señala la trabajadora social Hiba Abou Chacra a este diario. «Los perfiles de los clientes son hombres de éxito libaneses, árabes con dinero del Golfo y expatriados en general. Esto en relación a la prostitución de alto standing. Los pobres acuden a la callejera», añade la responsable de la organización no gubernamental.

Esta misma semana ha salido a la luz una acusación que pasó de puntillas por la prensa local– acerca de un prostíbulo que estaría empleando hasta a 500 recién llegadas sirias en Akabieh, entre los municipios de Sidón y Safarand. Mohammad Ghazal, activista de Premiere Urgence, afirmaba a The Daily Star que «casi nadie habla de este asunto abiertamente», pero decía saber lo que ocurre a través de sesiones de apoyo. «Algunas refugiadas nos han aseverado que lo están haciendo por dinero. El resto calla».

La deshonra social es la razón principal por las que estas mujeres –en ocasiones jóvenes y niñas– no reconocen dichas prácticas. Ni siquiera se atreven a contárselo al personal de apoyo de Naciones Unidas que trabaja en los campos de refugiados del Líbano.

Consultada por EL MUNDO, la portavoz regional de ACNUR, Joelle Eid, corroboraba estas afirmaciones. «Hasta la fecha han sido pocas la que han dado un paso al frente. La mayoría tiene miedo a hablar por el estigma asociado a haber sobrevivido a la violencia sexual y teme por su seguridad».

La prostitución y la trata de rerfugiadas es tan sólo la punta del iceberg de un rompecabezas de explotación sexual mucho más amplio. Por ejemplo, el matrimonio temprano entre preadolescentes y niños –muchas veces familiares– está extendiéndose como la pólvora entre los campos de acogida libaneses. Así lo atestiguan varios informes difundidos en el entorno regional. Psicólogos y expertos consideran que esta práctica incrementa el riesgo de violencia doméstica, además de la posibilidad de caer en manos de traficantes.

En relación al marco legal existente, el Gobierno de Líbano prohíbe actualmente el proxenetismo y la prostitución, aunque sólo de facto, ya que no existe una ley promulgada al respecto. En 1931 sí había una reglamentación que permitía este ejercicio en el país, pero dejó de seguirse en 1975 tras el comienzo de la guerra civil.

Las prostitutas se hallan más perseguidas que el cliente y de ser halladas culpables de delito pueden ir entre seis meses y un año a la cárcel.