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Gaviota en el hombro

Yo creí que en Génova los cuchillos relucían como las trompetas y me dice uno de los guardianes que Mariano Rajoy está «extraordinariamente tranquilo» con la gaviota detritívora en el hombro tan sosegada como si se hubiese posado en el lomo del mar después de haberse alimentado en la cloaca. El que se tenga que comer el marrón que se le coma, que Bárcenas diga lo que tenga que decir; lo que no está judicializado no afecta a la actual dirección y lo que escandalice, aunque no sea ilegal, será cosa buena para que los periódicos vendan ejemplares.

El partido es un nido de alacranes a lo Rayuela: se clavan el aguijón a sí mismos, y si no hay enemigos pican por alacranidad. El avestruz sigue con la cabeza enterrada en las haldas. Los barones, diputados y militantes preguntan: ¿hay alguien ahí? Lo hay. Se llama Mariano.

Me comenta un ministro de Aznar: «El no hacer del presidente desembocará en banderías. Después de una acumulación de cabreo ha llegado a Génova una acumulación de acojone. Se están jugando las próximas elecciones».

Los hombres de Bárcenas sospechan que en el auto hecho con antelación (25 folios no se escriben en dos horas) se refleja pavor de ministros, jueces y fiscales ante la posibilidad de una fuga a lo Roldán. Temblaron ante los trasvases de dinero en los bancos suizos como si esos bancos no tuvieran las cuentas bloqueadas desde hace meses. La orden fue: que lo encierren, ya se encontrarán motivos. Alberto, fiscal, ministro de Justicia, alacrán del poder, le pide a su jefe que le ayude a pasar el río llevándolo a hombros y, en mitad de la corriente, le pica. «¿Cómo me haces esto, Alberto?». Está en mi naturaleza», contesta.

Escorpiones y policías, ministro del Interior y de Justicia, cesantes, recibís y no pringados, joven y vieja guardia, esperan el turbión para salir en el bote salvavidas a una nueva nomenclatura. El conflicto de los tesoreros, en definitiva de técnicos o contables, ha pasado a una etapa política superior. Los amigos de Luis Bárcenas tal vez me engañen cuando describen lo del banquero ruso como una película de submarinos para llevarse a Siberia al tesorero. Según ellos, el que tiene negocios legales con el Este y sabe alemán es Luis Fraga, sobrino de don Manuel.

La pugna entre oportunistas, rompedores, partidarios de la paciencia, conjurados silenciosos pone en práctica esa vieja táctica de aniquilar al adversario. Lo dicen los maestros de la táctica: hay que destruir al enemigo igual que él haría con nosotros. Mientras, Mariano no está en ningún bando. Ni con la Cospedal ni con Arenas, sino en la cúpula, con la gaviota en el hombro.