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TH: sálvese quien pueda

Luis Bárcenas, esposado, en un furgón, llegó al atardecer a Soto del Real. A las siete y cinco llamé a Rosalía Iglesias. «He hablado con Luis ahora mismo –explica sollozando–, me ha dicho que sea fuerte, que él lo va a ser». Comenta que no sabe qué hacer, que ya no se fía de nadie. Le aconsejo que confíe en sus abogados y en sus amigos.

Me dice el Tercer Hombre: entre el inerte Rajoy y el listillo Gallardón lo han jodido todo; todo lo que pase a partir de hoy en el PP es el resultado del miedo y la ineptitud del núcleo dirigente de Génova. Es la hora de la siesta (32 grados), no llegan noticias de la Audiencia y le adelanto a mi confidente que están redactando el auto de prisión. «¡Es acojonante!», le oigo decir. Luego explica con ira que las fiscales de Rubalcaba y los abogados del PSOE van a apretar los huevos a Bárcenas para que cante y hunda al PP.

Me pregunto si se estarán tirando en Génova por los balcones. Mi garguero, fuente solventísima, dice: «Hay dos posturas: los que dicen que hay que negociar con alguien que ha metido la mano en el cajón y los que dicen que hay que negociar con él cuando esté más débil. ¿Negociar con alguien que te va tener en su mano toda la vida? Él ya tiene poco que contar, lo ha largado todo».

Vuelvo a conectar con el TH. Le pregunto por la capacidad de resistencia de Luis; me explica que es un tío leal y entero, así se portó durante el día de ayer. Me intenta convencer de que no es cierto que se estuviera llevando el dinero de Suiza a los Estados Unidos y Uruguay porque las cuentas estaban bloqueadísimas; añade que lo del riesgo de fuga es una estupidez, que no se ha tenido en cuenta la prescripción y sobre todo el hecho de que la prisión sin juicio por un delito fiscal choca con la presunción de inocencia.

Lo más grave –me asesora un ilustre abogado– es un acto hostil contra cualquier ciudadano, choca contra la ley de la naturaleza, en la formula hobbesiana. El mismo abogado, cuando lee el auto del juez Ruz, reconoce: «Es una gran pieza jurídica».

Bárcenas hace todos los días gimnasia y lo demostró el día que con jersey de nazareno hizo la peineta a los periodistas que le acorralaban. Ayer salió de su coche de baja gama con menos elasticidad, le dijeron «golfo» y ya no hizo la peineta.

Hacer la peineta viene de Italia, donde la practican los mafiosos. Entró al juzgado con cierta melancolía para enfrentarse con los ensotanados después de los silbidos de Génova, donde está su partido, por el que tanto tuvo que trajinar.