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O explicación o especulación

Como no se dé prisa el ministro de Hacienda y salga con una explicación auténtica o, por lo menos, verosímil y creíble, el asunto de las falsas ventas de fincas de la Infanta Cristina se le va a ir al Gobierno de las manos, si es que no se le ha ido ya.

Lo que nos contaron ayer es que en algún lugar indeterminado entre la Agencia Tributaria y los Registros y las Notarías, ha habido una mano –que no sabemos a quién pertenece– que ha cometido un error –que no sabemos en qué ha consistido ni por qué vía se ha cometido– y que ha dado un resultado determinado, que éste sí lo conocemos. De hecho, es lo único que conocemos.

El problema para Hacienda, terrible problema, es que no sólo se está desacreditando a sí misma en su actuación en este caso, sino también en su rigor y en la fiabilidad de su comportamiento en términos generales. Es lo que le faltaba al Gobierno en plena crisis, en plena lucha contra el fraude y en plena época de Declaración de la Renta: que los españoles empiecen a abrigar la sospecha de que la Agencia Tributaria manipula datos por pura frivolidad, por gravísima ineficacia o por razones aviesas e inconfesables.

Pero se está desatando algo más, y eso afecta ya al Gobierno entero, a la Casa del Rey, a los miembros de la Familia e incluso al funcionamiento de la administración de Justicia. Lo que se está desatando son los rumores y las especulaciones, que circulan ya en todas las direcciones posibles y con toda la dimensión que da la libertad de pensamiento cuando no tiene que enfrentarse a los hechos demostrados.

Esa crecida de las especulaciones llegará cada vez más lejos mientras el ministro Montoro o la directora de la Agencia Tributaria, Beatriz Viana, no comparezcan para dar una versión comprensible de lo que ha sucedido.

Puede haber sido un error que, ahora que ha pasado tiempo de sobra desde que el entuerto salió a la luz, tiene que resultar relativamente fácil detectar para los responsables. Pero ese error, si lo ha sido, debe ser explicado, y eso sigue estando pendiente.

Porque, mientras no se haga así, se alzarán cada vez más las voces que sostienen que no ha habido error alguno sino que los datos se han falseado con toda intención, aunque aún no quede claro exactamente qué intención ha sido ésa. Y aquí es donde aparece la caracola de los ecos que permite versiones varias, todas las cuales afectan brutalmente a la credibilidad de casi todos, o todos, los actores involucrados en el enredo. Y no sólo a ellos, sino a quienes están inevitablemente situados, por mucho que hoy les incomode, en el entorno familiar directo del Rey, los únicos que tienen sólo dos dígitos en su DNI.

Dése prisa el ministro de Hacienda, que esta bola tiene potencia más que suficiente para aplastar muchas cosas a su paso.