• Cataluña
  • Jordi Pujol
  • oriol pujol
  • Sala de columnas
  • Salvador Sostres

Pujol no responde

Mas se ha rendido acosado por su mediocridad y la de su banda de patanes, y Pujol también, acosado por la Justicia, por su cinismo, y porque siempre fue una mala persona. Malo, malo. La semana pasada llegó a decir que no responde por sus hijos. ¿Por qué otra cosa podría responder un hombre adulto y libre?

Que Pujol presente las actividades económicas de sus hijos como algo ajeno a su impoluta labor como presidente de la Generalitat es una burla a los catalanes y un insulto a la inteligencia. Él puso directa y expresamente a su hijo mayor Jordi a recaudar para el partido, segando así su prometedora vida política. Tal vez lo hizo precisamente por esto, para evitar sombras, hasta este punto es un hombre desalmado.

También bajo su férrea presidencia, Indra consiguió 60 millones de euros en contratos con la Generalitat al año de haberle comprado Europraxis a su segundo hijo, Josep, por unos desmesurados 44 millones. President, cuando dice que no responde por sus hijos, ¿a qué se refiere exactamente?

Durante muchos años, y esto es muy catalán, o de un determinado tipo de catalán, por decirlo de un modo tal vez menos inexacto, durante muchos años Pujol presumió de haberle dicho a su futura esposa, antes de casarse con ella: «Marta, piensa que para mí, lo primero es Cataluña», y con esta anécdota el presidente hacía ver que se lamentaba de no haber tenido demasiado tiempo para su familia cuando en realidad presumía de ello, como si así creyera mejorar su hoja de servicios.

Es cierto que a algunos de sus hijos, como a Jordi y a Oriol, los ha tenido siempre cerca, pero más que para educarles, para utilizarles, y de una manera contraria no ya a lo que haría un buen padre, sino simplemente una buena persona.

Pero, en cualquier caso, el hombre que a todos nos dio lecciones morales, que a todos nos juzgó y nos riñó, que tuvo la osadía de decirnos qué teníamos que hacer, y cuántos hijos teníamos que tener, y con qué tipo de chica teníamos que casarnos; ese hombre, Jordi Pujol i Soley, que alardeó siempre de católico, que se quejaba si en TV3 escuchaba una blasfemia o una palabra malsonante, condenó por lo menos a dos de sus hijos a las tinieblas y a los demás les dejó hacer sin el menor escrúpulo y no sólo ignorando sus tropelías sino favoreciéndolas desde su cargo de presidente.

Un hombre libre, adulto y decente, la primera y más alta misión que tiene es educar a sus hijos y convertirles en personas bondadosas y competentes. Responder por nuestros hijos es la única manera de ser un hombre completo. Las declaraciones de Pujol subrayan su mezquindad de fondo, y por qué a pesar de toda su pompa, farsa y comedia, Cataluña no pasó de ser nunca una diputación con ínfulas bajo su presidencia.

Pujol ha hecho del egoísmo su estrategia y el culto a su persona ha sido siempre su obsesión. Él cree sinceramente que atacarle a él es atacar a Cataluña, y llevado por este delirio ha acabado siendo uno de los personajes más inmorales que jamás he conocido. En su intimidad ha escarnecido todos y cada uno de los valores que defiende en público, y nunca ha mostrado ninguna generosidad con nadie ni con nada que no sea su vanidad inagotable.

Su «no respondo por mis hijos» cuando él mismo los pervirtió es el mejor resumen de su vida.