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  • Federico Jimenez Losantos

Fincas por presos

Dos historias terribles se han cruzado este fin de semana: la forma en que presos y fugados de la ETA escenifican su victoria política sobre España y el modo en que las instituciones españolas asumen que proteger a unos rateros es la forma obligada de defender el sistema. Si para los que están al frente del Estado, del Gobierno, de la Fiscalía y de los Tribunales no existe barrera legal que no merezca la pena saltar para proteger a la hija del Rey, no es de extrañar que los hijos de Satán y Setién, Arana y Uriarte, representen con gran éxito la ceremonia de la derrota de la nación española. Mientras unos se desviven delinquiendo en favor de los coronados, otros proclaman el triunfo del terror sobre el temor, la eficacia del asesinato en su forma más extrema, el terrorismo político, sobre la forma más burda del delito, que es el latrocinio a la sombra del Poder.

En un esperpento de Valle-Inclán, para tapar el robo de un billete de lotería premiado, con una muerte accidental, el Ejército acaba dando un golpe de Estado. Aquí, para seguir disimulando que, según la información de Hacienda, la Infanta Cristina vendía fincas en La Mancha para redecorar el palacete de Pedralbes, sin poder justificar unas ni otro, todo el inmenso armatoste de la legalidad está paralizado, mientras la ETA saquea España cambiando fincas por presos. Bolinaga y Fernández Díaz son los símbolos de lo que pasa: los que deberían estar muertos, o eso nos dijeron, sobreviven a su propia muerte y los que deberían haberlos enterrado fallecen por no atreverse a respirar.

Puede parecer que la prueba fiscal y catastral de la corrupción en la Familia Real tiene poco que ver con la proclamación del triunfo de la ETA. No lo es. Sin sus ataduras personales y familiares, el Rey habría dicho algo sobre lo que pasa en el País Vasco y Cataluña, y el Gobierno habría hecho algo de lo que debía. Ahora, todo está paralizado, suspendido, yerto. Si el Rey no se mueve, tampoco Rajoy; si Rajoy no se mueve, tampoco el Gobierno; si Justicia y Hacienda no se mueven, la Fiscalía y la Agencia Tributaria permanecen inmóviles; si el PP no se mueve, el PSOE, al cabo autor del guión de la rendición ante la ETA y el separatismo catalán, está quieto como una víbora en invierno.

Como es verano, acaso haya muerto. Pero, desde luego, no está solo en el cementerio.