• Sala de columnas
  • Carmen Rigalt

La vida en junio

SE CUMPLE el 42 de mayo y ya estoy en bolas. Lo normal habría sido quitarme el sayo, pero el verano tarda y conviene meterle caña, que en cuanto te descuidas nos plantamos en septiembre. Mi mes preferido siempre ha sido junio. De niña aprendí una poesía cuyo estribillo decía más o menos: «Una noche solemne de junio, una noche de junio muy clara». La poesía hablaba de un pastorcito (un zagal, según los cursis de la época) que dormía al raso con Gabriel y Galán, el autor, que escribía en primera persona. Aquella noche la viví con tanta intensidad que todavía hoy me parece estar gozándola.

Pasados los años, ese nocturno de junio continua presente en mi ánimo, y no por efecto de la poesía (ahora prefiero a Salinas) como por la fuerza del recuerdo. Desdibujados el zagal, la noche y hasta Gabriel y Galán, sólo me queda junio. Es lo único que ha salido fortalecido de aquella experiencia bucólica. Junio es el mes con más presencia en mi calendario existencial. Me paso el año esperando el solsticio de verano, pero luego llega y no tengo suficiente tiempo para disfrutarlo. Cuando quiero darme cuenta, junio ha pasado a mejor vida y he de esperar once meses para reencontrarme con él.

Este año, junio parece marzo. Cierto es que hace un minuto estaba en bolas, pero ha sido ponerme a escribir y empezar a tiritar como una pánfila, así que aquí me tienen, cubierta con la manta que utilizo en invierno para taparme los pies mientras veo la tele.

Me gusta el calor, no lo puedo remediar. Me gusta incluso cuando abjuro de él pidiendo a gritos el aire acondicionado. Las personas que amamos el calor somos un poco ordinarias. Sudamos, nos corren chorretones por la nuca, adoptamos poses desparramadas y obscenas, se nos pegan los muslos al rozarse entre sí y cuando nos quitamos la ropa es como si nos quitáramos la piel. El frío, en cambio, es de gente fina, magra, escueta. Esa gente siempre está recogida y prieta, y no derrocha placer ni cuando se ducha.

Dicen los hombres del tiempo que éste será uno de los veranos menos calurosos de los últimos siglos. Teniendo en cuenta que soy una señora de edad (avanzada) me quedan, como mucho, 20 junios de vida. Debería meter las bragas en una maleta y largarme a una tierra donde siempre fuera junio.