RAJOY ha comparecido en Valencia con un ataque de egolatría digno de psiquiatra. «No creáis a los que dicen que las cosas van mal o que van a ir peor; no es verdad», ha dicho, y se ha quedado tan fresco. Le ha faltado decir «más paella y menos leer los periódicos», pero entiendo que cuando la prioridad del Gobierno de Rajoy y/o Soraya es mimar al grupo PRISA para que ataque al PP y a la derecha en general siempre que siga machacando a Aznar en particular, no abomine de toda la letra impresa, por arruinada que esté. En cuanto a la paella, se felicitó de que el PP de Camps le apoyó en el congreso búlgaro que acabó con el PP de Aznar (que también había sido el de Rajoy hasta 2008), pero viendo el estado actual de Camps, las filas de imputados peperos en el parlamento valenciano y la ruina económica de esa comunidad, hubiera sido más discreto no felicitarse en público.
Es verdad que sobre los hombros casposillos de Camps y Arenas, Rajoy levantó un imperio de plastilina, una legislatura de supervivencia personal a cambio de cinco cosas: la sumisión al PRISOE, la liquidación del programa electoral aznarista del PP, su destrucción en el País Vasco, su anulación en Cataluña y la aniquilación –en grado de intento ilicitano– de Esperanza Aguirre, bicha de Polanco y del neodelfín Gallardón. El tiempo ganado en esa legislatura anulada, amén de su disfrute como jefecito de la oposicioncilla, permitía a Rajoy aguardar a que el PSOE se hundiera solo, que es lo que finalmente sucedió. Pero no por la briosa oposición del PP sino por la inepcia patológica de ZP. De haber mantenido su programa electoral, Rajoy hubiera heredado el Poder exactamente igual, pero ante la posibilidad de que la herencia la disfrutara otro, Rajoy prefirió liquidar al PP para sobrevivir él. Y sobrevivieron, Mariano y el partido creado a su nula imagen y semejanza. Pero el PP como alternativa al socialismo desapareció.
La disciplina, en un partido de oyarjabalines, está más que asegurada. Saca a unos inútiles del paro y jamás querrán volver a él. Pero fuera de la disciplina ciega, del ciego asentir, del ciego ver, que es no ver, el PP de Rajoy no existe. Y seis millones doscientos mil parados –un millón largo, hijo legítimo del Gobierno de Rajoy– tampoco existirán. No creáis lo que veis y nada veréis. Es la magia potagia del Mariano de Oz.