Exposición / Festival Suma

Son flamencos, no gigantes

‘Un patrimonio con duende’ reúne en fotos a las figuras con profesionales de oficios fundamentales para el arte jondo

De la glorieta de Bilbao a la de Quevedo sólo hay unos cientos de metros y mucho duende concentrado. Gigantes, como su arte, flamencos de todas las disciplinas posan ante la mirada complacida de los viandantes. En realidad son sus imágenes congeladas por el sabio objetivo de Chema Conesa y reproducidas en planchas de más de dos metros de altura, lo que salpica el paseo de la calle de Fuencarral como un bosque de miradas tendidas, actitud de recogimiento y admiración mutua.

Chamberí es ya el barrio más flamenco, porque esta invasión de artistas mudos representa el reflejo visual de lo que lo que el vecino teatro de La Abadía acoge hasta el 30 de junio (junto a la sala Cardamomo, el Corral de Comedias de Alcalá, el Corral de la Morería, el Café de Chinitas, Las Carboneras y Casa Patas): la octava edición de Suma, el festival flamenco de la Comunidad.

Juan Verdú, su director, recorre con la mirada las planchas de la muestra Un patrimonio con duende saludando mentalmente a viejos amigos como Antonio Carmona, Carmen Linares, María Toledo, Juan Valderrama... «La idea la presentó Chema Conesa que nos propuso hacer esta colección de fotografías, que se alejan de las clásicas del flamenco, en los que cada artista salga retratado con alguien importante para él, pero que no sale nunca a escena o queda en segundo plano», explica ante la foto inmensa (en tamaño y en profundidad psicológica) de Mercé y Diego del Morao, su guitarrista.

«Es un homenaje al flamenco a través de la gente que trabaja por él, con una unidad de concepto, de la misma forma y con la misma distancia», añade Conesa. «Rápidamente vimos que era una obra de arte y un lujo contar con esta propuesta, así que el equipo de Conesa hizo la lista de los artistas y a cada uno se le pidió que eligiese acompañante» para la posteridad, insiste Verdú.

Así, la amistad, la querencia, la admiración, la deuda y, por qué no, hasta el capricho, fue configurando una letanía de parejas tan armónicas y a la vez tan dispares como la de Rojas y Rodríguez con su sastre (parejas, a veces, de tres personas), Rocío Márquez con la pianista Rosa Torres Pardo, La Tati con el compositor David Amaya, María Pagés con su coordinador de ensayos, José Barrios... Y Estrella Morente con la abuela Rosario, «esa gitana clásica del rastro de Madrid. Tenerlas juntas ha sido genial», señala Verdú.

En realidad, lejos de sentir herido su ego, a los flamencos «les hizo gracia porque no es normal y ellos están acostumbrados a su pose y a su carrera», comenta Conesa.

Y es que, si titánica es la conjunción de estrellas, titánica es la labor de producción que comenzó en febrero y terminó hace unas semanas. «Hemos tenido que correr, porque el problema ha sido pillar de forma y manera a gente que tiene superávit de trabajo y de hecho ha habido gente a la que tuve que retratar de forma casi imprevista porque se tenía que ir al otro lado del mundo», explica el retratista, ganador del Premio de Fotografía 2012 de la Comunidad.

«Estos artistas han pasado por Suma», dice el director que está tan feliz con el resultado que no descarta que la muestra gire por otros festivales «en otro formato más de sala de exposición», aclara el fotógrafo, que se refiere a su trabajo como «instalación» por lo ciclópeo de su tamaño (1,76 m. de ancho por 2,36 de alto).

La inauguración se convirtió en una fiesta con flamencos acá y acullá, haciéndose fotos con su propia imagen y hasta cantándoles unas coplillas, ante el desconcierto complacido de los vecinos y empresarios de la arteria comercial. Nadie se extraña, se espanta o se asusta. Porque, como añade Juan Verdú, «el flamenco es el arte más importante de este país y Madrid ha sido capital del flamenco toda la vida».