CONVERSACIONES SOBRE ESPAÑA

3/ NICOLÁS REDONDO

« Toda la izquierda europea sufre desde hace tiempo una crisis de identidad»

Pregunta.- ¿Ésta de hoy es la España con la que soñó?

Respuesta.- Bueno, conseguimos tener una Constitución, y gracias a ella los problemas pueden ser solucionables. Lamentablemente, cuando se produjo la época dorada de la socialdemocracia en Europa, los españoles vivíamos todavía bajo el franquismo y estábamos fuera del Mercado Común. Son esos 30 años que llaman «gloriosos» de la socialdemocracia europea de los que no nos pudimos beneficiar.

P.- Luego vinieron Suárez y el Rey.

R.- Yotenía entonces algunos amigos que eran mucho más partidarios de la ruptura que de la reforma pactada que se acordó para salir de la dictadura. Pero eran pocos.

P.- Denigrar el proceso de la Transición se ha puesto de moda.

R.- Y a mí me parece un abuso. Lo que no se puede hacer es achacar a la Transición los problemas que vivimos ahora, porque la mayor parte de ellos no derivan de entonces.

P.- ¿De dónde provienen?

R.- Aquí ha habido durante 36 años gobiernos democráticos de derechas y de izquierdas. Una parte de la culpa corresponderá a estos gobiernos ¿no? Porque ¿hay ahora una mayor conciencia social? No. ¿Hay un mejor reparto de la riqueza? Tampoco. ¿Los jóvenes tienen un futuro más esperanzador? No. Alguna culpa tendrán estos gobiernos y no el proceso de la Transición, aunque se hiciera con dificultades.

P.- ¿En qué hemos fallado?

R.- Una de nuestras carencias es que los partidos políticos no han sido capaces de tener las ideas claras. La ambigüedad está caracterizando a todos los partidos y, desde luego, al Partido Socialista. Esto ha creado una confusión por la que estamos pagando un precio. La situación es abrumadora porque no está en crisis una política determinada, no. Lo que está en crisis es toda la política

P.- ¿Y toda la clase política?

R.- Toda. Y todas las instituciones.

P.- ¿Quién tiene aquí la claridad de ideas para fijar una orientación?

R.- No lo hay. No tenemos referencias de tipo ideológico, porque, además, se están buscando soluciones nacionales a problemas que, como mínimo, tienen una dimensión europea. Cualquiera que pretenda buscar una solución definitiva a esta situación desde el punto de vista nacional está equivocado. Es una ruta estéril que no conduce a nada.

P.- Existen los partidos de ámbito europeo también.

R.- Sí, pero sólo de nombre. Por ejemplo, el presidente del Eurogrupo es un socialista holandés, pero es uno de los duros defensores de la política neoliberal. Los adversarios que ha tenido la socialdemocracia no han sido siempre los que estaban fuera de ella, sino los que estaban dentro, que se han dejado fascinar por estas políticas neoliberales.

P.- ¿Cree que la izquierda europea ha perdido su sitio?

R.- Sí, evidentemente, está sufriendo una crisis de identidad. Pero eso no es de ahora, es desde hace tiempo. Por ejemplo ¿se ha oído alguna voz dentro de la socialdemocracia denunciando la situación que padecemos y llamando al conjunto de los partidos socialistas europeos a un enfrentamiento? No, porque cada parte del Partido Socialista Europeo obra en función de sus propios intereses nacionales. Hemos vuelto lamentablemente al predominio de los egoísmos nacionales. Y los que creímos en una Europa social y en una España como parte de esa Europa social sufrimos desesperanza.

P.- ¿Está hablando de una derrota?

R.- Más que hablar de derrota yo diría que es necesaria la recuperación de valores determinantes de la izquierda. Por ejemplo, el reformismo radical, que parece que ahora vuelve a estar de moda en Europa. O nuestro sentido internacionalista. O la igualdad, llamémosla equidad. Lo que estamos viendo en los ajustes es una injusticia total en cuanto al sacrificio que corresponde hacer a unas capas sociales o a otras. Yo echo en falta eso y –aunque tampoco quiero que la gente lo lea y no lo entienda– muchas veces me cuesta saber en qué partido estoy. ¡Y llevo muchos años! (se ríe)

P.- ¿Qué quiere decir?

R.- ¿Estoy, por ejemplo, en un partido jacobino? ¡Por supuesto que no! (se ríe). Es que me cuesta encontrar su definición, me cuesta distinguirlo. Porque llega uno y te dice: «Oiga, es que yo estoy de acuerdo con la política autonómica actual». Pero luego viene otro y dice: «No, no, oiga, yo es que estoy de acuerdo con un sistema federal asimétrico». Y llega el otro y dice: «No, no, con uno simétrico». Y si la dirección de una organización no tiene las ideas claras, menos aún las van a tener su militantes y su electorado. ¡Pero la derecha es otro desastre, eh! Y mientras tanto, la legión de parados crece, la pobreza se extiende y todo eso nos lleva a una situación catastrófica. Se está viendo en los movimientos de los indignados. Es que es tremendo.

>INDIGNADOS

P.- ¿Qué opina de esos movimientos?

R.- Han sido un revulsivo necesario. Aunque tampoco es bueno que se alcancen situaciones extremas. Pero, una vez dicho que me parecen muy bien, creo que suponen un fracaso de la clase política.

P.- Eso parece.

R.- ¿Sabe lo que ha pasado? Hablo de todos los partidos: que han sido muy piramidales, en los que el líder hacía y deshacía, y con muy poca capacidad de debate interno. Y el que se ha atrevido a discrepar de algo le han neutralizado, le han puesto con un pie fuera: «Usted no es de los nuestros». Aunque al final tampoco sabías si los que estaban gobernando eran de los nuestros o sólo de los suyos (se ríe).

P.- ¿Cree que ahí está el origen de parte de nuestros problemas?

R.- En nuestra antigua tradición socialista había el voto particular. O sea, tú no estabas de acuerdo con la Comisión Ejecutiva y llevabas tu voto particular al Comité Federal o al Congreso: aquí está mi voto en contra y lo defiendo donde sea. Hombre, había follones entre los diversos líderes, pero no pasaba nada. Esas cosas se van poco a poco deteriorando y luego cuesta mucho recuperarlas.

P.- ¿Los partidos se han convertido en una comunidad de intereses?

R.- También hay gente altruista. Y el partido es mucho más que los dirigentes ¿eh?. El partido es los afiliados, los militantes, es la gente humilde. Yo siempre he confiado mucho más en los militantes anónimos, en el sacrificio y en el heroísmo de la gente que nunca ha aspirado a nada más que defender sus ideales y que, por eso, ha corrido el riesgo de cárceles y de destierros.

P.- Ellos son los que están retirando su apoyo a los partidos. Lo dicen los sondeos.

R.- Es que se debate muy poco y siempre vale más la consigna que viene de arriba. En el PSOE se ha tomado recientemente la determinación de celebrar primarias. Oiga, ésa es una decisión tan difícil y tan importante que usted no la puede hacer así como así. Como mínimo tendría que plantearlo en un Congreso. O, por lo menos en el seno del Comité Federal.

P.- ¿Eso mismo les pasa a los sindicatos?

R.- Todavía hay una profunda diferencia. Los sindicatos no han llegado ni mucho menos a esa situación. Y allí todavía hay un grado de entrega, de sacrificio, de voluntad de ir cambiando las cosas.

P.- UGT tiene el mismo líder desde hace 23 años. Se ve que eso no cambia.

R.- Bueno (se ríe), pero eso depende más de si lo está haciendo bien. Creo que Cándido está sufriendo un ataque un poco injusto y despiadado. Lo que sí se tiene que reafirmar en UGT, y creo que hay que tener mucho cuidado en eso, es una imagen de autonomía.

>UGT

P.- Pues no la tienen. UGT parece un apéndice del PSOE .

R.- No es un apéndice ni mucho menos. Pero es verdad que hay que cuidar eso. Mucha gente se rige por lo que oye, y la imagen puede ser la de que hay una supeditación del sindicato UGT al partido, cosa que yo niego. Pero hay que tener mucho cuidado con eso porque de ello depende también el prestigio público de una organización sindical. En este momento todo está en entredicho: la Monarquía, el Gobierno, los partidos, la configuración del Estado, los sindicatos... todo. Hay que hacer más esfuerzo que nunca y demostrar que tienen una autonomía total y absoluta.

P.- También tendrían que dar las cuentas claras de su financiación y de las subvenciones que reciben.

R.- También. Ahora que se exige esa ejemplaridad, hay que hacerlo. Pero en esta situación de duda permanente que existe hay una tendencia a creer siempre lo malo.

>PACTOS

P.- ¿Cree que serían necesarios unos pactos parecidos a los Pactos de La Moncloa?

R.- Nosotros no acudimos a esos pactos porque no fuimos convocados a la negociación. Sí fue Felipe González, y la UGT apoyó. Lo que hicimos fue llegar a acuerdos muy importantes con la CEOE y luego acordamos con la UCD el Estatuto de los Trabajadores. Pero pusimos una condición: no queremos más Pactos de La Moncloa, porque ha llegado el momento de que el Parlamento realice su función. Ahora la situación vuelve a ser delicada, pero hay que tener cuidado de no succionar el papel del Parlamento ni el de los partidos en sus distintas vertientes ideológicas. Es decir, que habrá que llegar a algunos acuerdos en algunas materias. Pero no volver a la confusión de mezclarlo todo y con todos.

P.- Los sindicatos han perdido muchos apoyos en España.

R.- Sí, y es posible que pierdan más. Mire el partido de ultraderecha francés de Marine Le Pen: por donde está engordando es por el voto obrero. Y crecen los partidos xenófobos. Añádale a eso la inmigración, la exasperación de los jóvenes cuya violencia a veces tiene su origen en una desesperación absoluta ante el paro, la marginación y la falta de futuro. Los sindicatos están sufriendo esas consecuencias. Pero en un sindicato no todo depende del poder institucional. Hace falta también una dosis de contrapoder obrero. Porque es eso lo que estás representando.

P.- Se les acusa de no defender a los parados, sólo a los ocupados.

R.- (Se ríe) Ya, eso me decían también cuando estábamos nosotros y resulta que todos los follones eran por la defensa de los parados. Siempre achacan eso. Esa acusación no está justificada. Nosotros nos hemos movilizado más por los que estaban en precario que por los trabajadores en activo.

P.- Hablemos de España. ¿Se imaginaba que pudiéramos hablar de independencia en términos tan verosímiles como ahora?

R.- Me preocupa mucho más la situación de Cataluña que la del País Vasco. Porque la postura de los socialistas catalanes es mucho más confusa y, aunque no tengo ningún dato, temo que esto también pueda contagiar a los sindicatos. ¡Es que están todos los días! «Vivimos mal porque España nos asfixia», «España nos roba». Y eso, pum, pum, pum, todos los días. El Gobierno hace bien no dando materia a la parte contraria, aunque de vez en cuando también habría que añadir un golpe, un corte seco, un «esto se ha terminado». Pero en el Gobierno y en el PP todo el mundo está como las tortugas, en el caparazón, nadie se quiere menear mucho.

P.- Los socialistas catalanes se comportan de modo confuso.

R.- Hoy me decía uno: ‘¿Estamos dentro o fuera de la Comisión ésa? [la Comisión para el Derecho a Decidir que aprobó el Parlament a pesar de que el TC suspendió la resolución que la hacía posible]’. Y le he dicho: ‘Chico, ayer yo creía que estábamos fuera, pero hoy estamos dentro’. ¡Es que es así! Y Navarro sale y dice que no está de acuerdo porque dice que la independencia no, pero que la consulta, bueno.

P.- ¿Hay esperanza?

R.- Yo intento ser optimista.

P.- Pero no sabe cómo...

R.- Creo que estamos en una situación caótica, la verdad. Te preguntas hasta qué punto se aguanta una sociedad con seis millones de parados, con un 50% de jóvenes menores de 24 años en el paro. En todos los gobiernos el empleo ha sido una variable más, y ese objetivo lo han supeditado a otras variables económicas: el déficit, la inflación... Y nunca ha sido tomado en cuenta como el gran objetivo. Aquí las reformas se han hecho al revés, se ha hecho contrarreformas.

P.- ¿Cuál es la mejor España que usted ha conocido?

R.- La España de cuando empieza la Transición. Era un pueblo con una ilusión desmedida, deseando cambiar, con unas aspiraciones de una España mejor y con un espíritu conciliador, que era lo importante. Veías que todo el mundo iba renunciando a algo de sus principios para llegar a un acuerdo. Era ilusionante.

P.- Ése es el mismo pueblo que le da hoy la espalda a la política.

R.- Sí, sobre todo los jóvenes, y eso es lo más preocupante. No podemos olvidar que el futuro va a depender de su aportación y de su compromiso. Lo malo es que puedan, no sólo no comprometerse con la política, sino hacerlo en partidos que no representarán jamás lo que es la democracia. Estoy convencido de que si no eres capaz de ir avanzando estás condenado a retroceder. Tú no estás de manera estática en una situación democrática. No. O la mejoras o la empeoras. Y entonces la pierdes.