La alergia del Partido Popular

España padeció tres burbujas: la financiera, la productiva y la estatal. Las dos primeras nos legaron un sector privado desestructurado y tremendamente endeudado; la segunda, un Estado mastodóntico. Nuestra recuperación requería en 2007, y sigue requiriendo, que esos tres desequilibrios se solventasen: que el sector privado se desapalancara, que mutara su modelo productivo y que las AAPP se redimensionen a un tamaño que no ponga en riesgo su solvencia.

La misión del Gobierno no era diseñar la economía española del futuro, sino únicamente bajar impuestos, bajar el gasto y liberalizar todos los hiperregulados sectores económicos para que familias y empresas tuviesen más fácil levantar la cabeza y readaptarse a los nuevos tiempos. No se trataba, en suma, de que Rajoy nos sacara del agujero con una inexistente varita mágica, sino tan sólo de que no nos hundiera más. Pero, situándose a la izquierda del programa electoral de Izquierda Unida, optó por traspasarle su vergonzoso agujero presupuestario a un debilitado sector privado en plena reconversión.

Así, lejos de bajar impuestos, los ha subido en más de 30 ocasiones; lejos de recortar el gasto con valentía, lo ha mantenido en cotas disparatadamente altas; lejos de reconducir el déficit hacia el equilibrio, ha llegado a presentar unas cuentas manipuladas a Bruselas; lejos de mantener a raya el endeudamiento, ha sido el Ejecutivo de toda nuestra historia que más lo ha incrementado en un año. Fiasco sin atenuantes con una causa bien tasada: la incontrolable alergia que siente este liberticida PP a adelgazar el Estado.

No se deje engañar: ése, y no otro, es el único motivo por el que Rajoy ha machado inclementemente a la sociedad española con sus salvajes gabelas. Aun cuando nos creyéramos la propaganda popular de que ha sido Montoro y no Draghi quien ha evitado nuestro rescate, lo cierto es que España en ningún caso necesitaba situar su IRPF a los niveles más elevados del mundo: le bastaba con minorar su gigantesco déficit.

Y a menos que nuestro presidente haya olvidado las más elementales nociones contables, el déficit se puede reducir o bien subiendo impuestos o bien recortando los gastos. Dicho de un modo más directo: el déficit del Estado podía achicarse o bien recortando los gastos del Estado o bien recortando los gastos de familias y empresas. Que Rajoy optara por trasladarles la factura del multidespilfarro público a los mermados ciudadanos que le votaron para que hiciera todo lo contrario no fue un desideologizado imperativo económico sino un antieconómico imperativo de la ideología intervencionista y anti libre mercado de este Gobierno.

Para comprobarlo, basta con echarle un ojo a los datos de Contabilidad Nacional. Las innumerables subidas de impuestos del PP apenas permitieron incrementar la recaudación de 2012 en 2.300 millones de euros. Por ponerlo en perspectiva, la mitad de una paga extra a los empleados públicos.

Bien, admitamos que, sin los rejonazos tributarios de 2012, los ingresos, en lugar de subir, habrían caído y estimemos muy generosamente el efecto recaudatorio bruto en 20.000 millones de euros. Esa cifra apenas representaba menos del 5% del gasto total de las Administraciones Públicas en 2011. ¿Acaso el docto, correoso, diligente, responsable y confiable Rajoy está sugiriendo su incapacidad para recortar los desembolsos públicos un 5% más de la nimiedad en que ya lo hizo?

No. Lo que están sugiriendo es algo mucho más simple: su desaforado apego a un sector público sobredimensionado. Por eso Cospedal bate ahora palmas al celebrar que la renegociación del déficit con Bruselas nos ahorrará ajustes de 18.000 millones de euros: lo único que buscan es consolidar el mega Estado parido por la burbuja inmobiliaria aun a costa de fustigar con más tributos y con más deuda a todos los españoles.

Nuestra recuperación no pasa por agravar nuestros desequilibrios de partida, sino por ponerles fin. Y para ello necesitamos un sector privado mucho más vigoroso y libre y un sector público mucho más pequeño. Justo lo contrario de lo que nos ofrece el PP. Es hora, pues, de que la muy necesaria austeridad la sufra el Estado. Es hora de bajar los impuestos ya.

Juan Ramón Rallo es director del Instituto Juan de Mariana y profesor de Economía.