PROTECCIÓN DE ESPECIES

El santuario para animales de granja

Un grupo de veganos cuida en una finca de Madrid a ovejas, cerdos y pollos abandonados o heridos. Defienden que ningún ser vivo debe ser explotado y no consumen ningún producto de origen animal

Varios perros vienen a nuestro encuentro en cuanto traspasamos la puerta de entrada. A unos 30 metros divisamos un pequeño cerdo vietnamita que avanza decidido hacia nosotros. También se acercan dos gatos y al fondo vemos varias ovejas. De lejos, se oye el rumor de las gallinas. Estamos en el Hogar de Luci, el primer santuario de animales fundado en España. Cerca de San Agustín de Guadalix, en Madrid, un grupo de veganos acoge, cuida y rehabilita desde hace cuatro años a unos 300 animales con el objetivo de darles la mejor calidad de vida posible.

En lugar de la rutina y el estrés que habitualmente tendrían en una granja, en este santuario-escuela conviven plácida y pacíficamente especies muy diversas, en un amplio terreno y con unos cuidados que cualquier gato o perro mimado enviadiría. Aquí, la distinción entre animal doméstico y animal de granja está descartada. Ninguno va a ser explotado comercialmente.

Y es que, en una época en la que están recientes los casos de fraude en el etiquetado (carne de caballo donde sólo debería haber vacuno) y en la que, según la educación recibida, rechazamos o vemos con naturalidad comer insectos, perros, vacas o cerdos, el movimiento vegano apuesta por no consumir ningún animal.

«El veganismo es una forma ética de vivir en la que intentas hacer el menor daño posible a todos los animales, humanos y no humanos. Consumimos alimentos que no tengan origen animal. Lo mismo a la hora de vestir. Y cuando buscamos un entretenimiento, elegimos actividades en las que no se encarcele o se mate a otros individuos. No vas al circo o a una corrida de toros, por ejemplo», resume Jon Amad, uno de los miembros del Hogar de Luci.

Según explica este brasileño de 36 años, vegano desde los 30, la diferencia con los vegetarianos es que éstos simplemente no comen productos animales, ni huevos ni leche: «Es un movimiento que tiene que ver con la dieta, no con la ética», distingue. El único complemento alimenticio que necesitan, asegura, es un suplemento de vitamina B12.

Los veganos luchan por acabar con el concepto de que los animales son mercancía. «Lo hacemos de forma pacífica y mediante la formación. Los granjeros y los ganaderos dominan a los animales, pero muchas veces no es culpa suya, sino de su educación», reflexiona. Él es el mejor ejemplo, pues se podría decir que Amad pasó de un extremo a otro. Nacido en una familia de ganaderos de origen gaucho, creció en Brasil rodeado de vacas y caballos. Incluso participaba en rodeos. De manera autónoma fue buscando información hasta que decidió hacerse vegano.

«Tenemos dos objetivos. Dar cobijo y proteger la vida de todos los individuos que no tienen cabida en la sociedad y son explotados por la industria, e informar a la gente de lo que le sucede a estos animales en las granjas», explica Paula González.«Investigamos cómo viven en el medio natural e intentamos trasladarlo aquí. Repartimos por el suelo su comida (que por supuesto también es vegana) para que tengan el estímulo de ir a buscarla y encontrarla. Refuerza su autoestima y se divierten».

En España hay una decena de centros denominados santuarios, aunque Jon Amad considera que sólo cuatro reúnen las características para ser considerados como tal.

Cada inquilino tiene un nombre y una historia, a menudo traumática. Algunos llegaron con heridas graves, como el carnero Félix. Hace dos meses lo rescataron de una granja cercana cuando estaba siendo atacado por perros. Le han operado dos veces para reconstruir el intestino y cada día le hacen curas y le someten a rehabilitación. El objetivo es que vuelva a caminar: «Al principio temblaba cuando oía ladrar a un perro. Ya no», recuerda.

Las seis ocas que hay aquí llegaron tras una llamada de la Policía, que las encontró en la carretera. Probablemente se cayeron durante un traslado.Potter, un cerdo vietnamita, vivió un tiempo en el chalé de su antiguo propietario. Se lo habían regalado sus amigos y lo cuidó hasta que se hizo grande. Preocupado por no darle los cuidados necesarios, lo llevó al santuario.

Amad critica a las personas que adquieren animales, polluelos o cachorros de perro, como si fueran un juguete: «Cuando crecen y dejan de interesarles se deshacen de ellos».

Mientras nos sirve un té y una rica tarta de zanahoria vegana, una de las recetas que ofrecen en su recetario, Elena Tova, fundadora del Hogar de Luci, relata cómo «muchos gatos con leucemia felina son abandonados, pese a que pueden llevar una vida normal y feliz». Ellos han acogido a varios, como a Comino, cuya cerebelosis afecta a su capacidad motriz.

También tienen gallinas y pollos broiler, como Libre, que ha cumplido el año y medio de vida pese a que estos animales seleccionados genéticamente para que engorden con rapidez no pasan de los tres meses. Hasta le han comprado una sillita con ruedas a medida para ayudarle a desplazarse. A Libre le han operado ya seis veces. ¿No consideran cruel someter a un animal a ese sufrimiento, aunque su intención sea ayudarlo? «Consultamos siempre con veterinarios. Mientras haya una esperanza, luchamos. Cuando un animal deja de comer es un síntoma de que no quiere vivir. Sólo los sacrificamos si no hay alternativa», defiende Tova.

Mantener el Hogar de Luci cuesta mas de 6.000 euros al mes. Su única fuente de financiación son las donaciones de particulares, que pueden contactar con ellos a través de su web, www.elhogardeluci.org.

«Nosotros no podemos vaciar las granjas porque no hay espacio para los 70.000 millones de animales que mueren cada año para consumo humano, sin contar peces. Necesitamos llenar las conciencias. Si la gente deja de consumir animales, dejarán de ser explotados», sostiene Amad.

>Visita al Hogar de Luci.