• Caso Noos
  • Sala de columnas
  • Salvador Sostres

Otro error de Iñaki

Los duques de Palma cometen otro error marchándose a Qatar, un país cuyo Gobierno tiene un modo de operar inquietante e incluso siniestro. La alta sociedad qatarí, muy dada a la fiesta opulenta y al exceso permanente, querrá presumir de Infanta española, y Cristina e Iñaki no podían ofrecer una imagen más frívola e improcedente que la de ir de celebración en celebración teniendo como tienen asuntos pendientes con la Justicia y habiéndose presuntamente aprovechado ilegítimamente de dinero público.

En contra de lo que se ha dicho y publicado, ni el Rey ni su Casa tienen nada que ver con este desafortunado traslado. Ni lo han propiciado ni lo consideran oportuno. Se trata del enésimo desafío de Urdangarin a la Corona, y de la enésima vez que perjudica su imagen con su inconsistencia, temeridad y su alarmante no saber estar a la altura de las circunstancias.

Si bien es cierto que poner distancia podría favorecer a los duques de Palma, en tanto que la opinión pública podría olvidarse un poco de ellos y de lo que se les acusa de haber hecho, el destino que han elegido no podía ser menos apropiado. Si empiezan a llegar imágenes a España de Iñaki y de Cristina participando en grandes galas, fiestas y recepciones, y llevando un tren de vida fastuoso y regalado, el conjunto de los españoles podría verlo como una burla y como un escarnio, sobre todo en estos tiempos tan difíciles.

Resulta además un despropósito de consecuencias diplomáticas impredecibles que un régimen como el qatarí pueda usar la imagen y la residencia de una hija del Rey de España como argumento de homologación ante las otras democracias occidentales pese a sus oscuras prácticas. Iñaki tendría que recordar no sólo quién es, sino también lo que representa, aunque sólo sea por corresponder al amor y a la fidelidad que tan intensa y comprometidamente su esposa le ha demostrado. El eventual traslado de los duques de Palma a Qatar es, por lo tanto, en general, un asunto desgraciado con el que el Rey nada tiene que ver y que nadie duda que ocasionará nuevos y complicados problemas a su Casa.

Episodios como los del elefante y chismorreos como los de Corinna no desgastan a un rey consolidado y querido como Juan Carlos ni ponen en entredicho la vigencia de la Monarquía, ni su utilidad. Los reyes siempre han cazado, y siempre han retozado, y esto el pueblo lo ha visto siempre con mucha más simpatía que enfado.

Otra cosa es el fraude y el engaño, y aprovecharse de la Casa y de la misma figura del Rey para quedarse con dinero público. Iñaki Urdangarin ha traspasado todas las líneas imaginables, ha causado un daño inmenso a la Corona española, y resulta completamente inaudito que en estos días en que el Rey intenta relanzar la imagen y el sentido de la monarquía en España para dar esperanza a su pueblo, y para crear el ámbito de confianza para que ésta florezca, el duque de Palma insista de nuevo en perjudicarle con este viaje que por activa y por pasiva se le ha dicho que está completamente fuera de lugar.

La paciencia y la generosidad que tanto el pueblo español como la Casa Real han mostrado con Iñaki Urdangarin y con sus múltiples y profundas equivocaciones tiene el evidente límite de salvaguardar la credibilidad de un Rey que tanto ha aportado hasta ahora como lo que puede y debe continuar aportando en estos momentos tan delicados.

El tiempo de la condescendencia ha terminado, el Rey ha vuelto a tomar las riendas de un modo personalísimo y decidido, y no dudará en apartar fulminantemente a quien le perjudique en su imprescindible labor de recuperación de España.