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  • Federico Jimenez Losantos

Empiezan los nervios

LOS PUENTES y las encuestas son los únicos momentos de reflexión en la política profesional. Eso que habitualmente llamamos día a día devora los días como sin darse cuenta y, de pronto, los partidos políticos se ven ante una campaña electoral sin haber meditado qué les sucedió en la última. Lo único que los saca de ese estupor acelerado son las encuestas, que los espantan o los aquietan, aunque, por lo general, suelen preocuparlos. Dado que desde hace un año todos los sondeos apuntan en la misma dirección para todos los partidos, hacia arriba o hacia abajo, los puentes, no digamos ya los acueductos laborales son los únicos momentos de reflexión real entre los líderes de los partidos, los únicos que tienen permiso para reflexionar.

Es natural que para almohadillar la deserción de los lectores, casi tan acusada como la de los presuntos afiliados sindicales, los periódicos de papel publiquen encuestas y entrevisten a líderes dispuestos a opinar, que son los que ya no dependen de la política para vivir. Por ejemplo, González en el PSOE o, como Aznar no suele estar, Esperanza Aguirre en el PP. A Tigrekán se le ha ocurrido una frase brillante para describir la situación de España: «Vamos hacia una anarquía insolvente». A Esperanza Aguirre le basta decir en voz alta lo que votantes y no votantes del PP piensan para sí o debaten en tertulias amicales, no muy distintas de las de los medios, salvo por ser más imprevisibles: «El PP debería empezar a aplicar su programa». ¡Como que es el único sin estrenar!

El marianismo de guardia y la cofradía sorayina han salido a morder como leoncitos lerdos, pero, ayunos de guión, diciendo una cosa y la contraria: que el PP está aplicando su programa y que no lo aplica; que se ha aplicado la parte que se ha podido y que no se ha podido aplicar nada, por culpa de ZP, faltaría más. Es como si Aznar no hubiera cumplido su promesa de recorte del gasto y bajada de impuestos por culpa de González, cuando era su nefasta herencia la que le obligó a diseñar ese programa. Para el PP la situación económica es peor y la política muchísimo peor que en 1996, salvo en las encuestas. Pero contra la pereza que ayer no había y hoy sobra, sólo hay un antídoto: los nervios de los futuros candidatos. Saben que, si Rajoy no rectifica ahora, el año que viene será tarde.