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Un viejo negocio

Las ITV son un viejo negocio convergente. Cuando en 1984 la Generalitat de Pujol repartió las primeras concesiones, el entonces consejero de Industria, Vicenç Oller, se las dio a ECA, de los empresarios Pedro Olabarría, Enrique Marugán, Ricard Puignou y Lorenzo Rosal, con la condición de que le aseguraran a Oller un puesto de asesor altamente remunerado y de que contribuyeran a la financiación de Convergència. En el año 2000, Olabarría y Rosal vendieron su parte, un 51%, a Aguas de Barcelona, que creó la filial Applus para dedicarla a certificaciones. Olabarría y Rosal, sin haber invertido un céntimo y gracias a la concesión a dedo de un cargo público que sólo buscaba su propio beneficio, cobraron por la operación más de 100 millones de euros.

Durante el tripartito perdieron influencia, pero Marugán y Puignou, que conservaron su parte de ECA, trataron, a través de Sergi Alsina, íntimo amigo de Oriol Pujol, de asegurarse las nuevas concesiones que Convergència iba a dar cuando llegara al poder. Oriol Pujol, como el consejero Oller, pretendía asegurarse una robusta salud económica para él y su familia, así como la parte correspondiente para la financiación del partido.

El padre enseñó al hijo el viejo oficio convergente, que consiste en hacer negocios aprovechándose de los catalanes de buena fe. Pujol permitió y fomentó que sus hijos se enriquecieran del modo más ilegítimo, y basó su carrera política en todas las formas posibles de inmoralidad: desde la corrupción económica con complejas tramas para financiar irregularmente tanto a Convergència como a su vanidad (que no es lo mismo pero es igual), hasta la corrupción política de prometer viajes a Ítaca a sus votantes, cuando en realidad tenía perfectamente pactado con el Estado que él frenaría cualquier efervescencia independentista a cambio de que el Estado le respetara el estatus y mirara hacia otra parte ante las tropelías de sus hijos.

Pujol padre dijo que se había gastado el dinero de Banca Catalana en inversiones imprescindibles para Cataluña, cuando lo que en realidad hizo fue pagarse su campaña electoral y comprar favores estratégicos para llegar a ser presidente. Oriol Pujol quiso imitarle pero al ser el breve de la familia, su operación fue descubierta antes de ser realizada.

Cataluña, como cualquier país o persona, será lo que quiera ser, y si Serbia y Kosovo han llegado finalmente a un acuerdo, cualquier otro acuerdo es posible. El problema de Cataluña no es España, ni un hipotético aislamiento internacional en el caso de independencia. El problema de Cataluña es Cataluña. El bajísimo nivel del debate. La negación intelectual que supone que los catalanes se sientan satisfechos leyendo La Vanguardia. El principal partido político, que se ha dedicado a aprovecharse del poder con la complicidad de un Estado al que luego culpan de todo. La deficiente articulación política del catalanismo, siempre pedante y nunca autocrítico. El exceso de orgullo y la falta de dignidad. La infinita mediocridad de Mas y de su banda de patanes, su pobrísimo discurso, sus mezquinos intelectuales, su épica de supermercado. El drama de Oriol no es que sea un ladrón, es que es un payaso.

Cataluña será lo que quiera ser. El problema es que hasta ahora no ha querido ser nada.