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El jaque al Rey de la Infanta Cristina

EL DISPARO apunta más arriba. Tras la imputación de la Infanta Cristina se tratará de complicar al Rey en el asunto Nóos. Torres se encargará de continuar con el goteo de emails sin que el juez Castro tenga la decencia procesal de exigirle que los entregue todos de golpe. La orquestación de la maniobra ha sido un show que ni el maestro Garzón sería capaz de igualar.

La Infanta Cristina, con su título universitario, sus cuatro idiomas, su preparación para las relaciones internacionales, su reconocida sensibilidad para la cultura, percibe un sueldo discreto de la Caixa de Barcelona. No se empleó allí para hacer el paripé durante unos meses de que trabajaba como los demás españoles. Lleva cerca de veinte años en su puesto, bajo la dirección del exigente Luis Reverter. Ha trabajado tanto que ha tenido poco tiempo para estar enterada de las presuntas trapisonderías de su marido Iñaki Urdangarín. Al margen de lo que decida la Justicia, este jugador de balonmano ha hecho más daño a la Monarquía que las campañas ordenadas por el dicta- dor Franco y orquestadas por los fa- langistas de la Secretaría General del Movimiento.

El Rey ha afirmado que está antes a favor de la ley que a favor de su familia; que la ley es igual para todos en el Estado de Derecho; que se administra en su nombre y que él respalda la independencia de los jueces y magistrados. Esta impecable posición proporcionó a Juan Carlos I la mayor ovación que ha escuchado en 37 años en el Congreso de los Diputados, durante la sesión en que Mariano Rajoy se alzaba con la presidencia del Gobierno. La ley, sí, es igual para todos. Sería lamentable que a una mujer, con presuntas prevaricaciones, no se la imputara por ser Infanta de España, pero también sería muy grave que se la impute, sin evidencias, por ser Infanta de España.

Los que atizan la campaña contra el Monarca se equivocan al pensar que los ciudadanos nos chupamos el dedo. Multiplicarán los pretextos para crear un clima irrespirable que exija la abdicación y después de la renuncia del Rey le perseguirán hasta la extenuación, dedicándose a continuación a desmontar a su heredero.

En su artículo del domingo, Pedro J. Ramírez se opone de forma frontal a la abdicación del Monarca y afirma sagazmente: «No existe mayor riesgo para la continuidad de la Monarquía sino el de que el Rey ceda a esos requerimientos y Felipe y Letizia se sienten prematuramente en el trono, alterando las reglas constitucionales -y ancestrales- que les legitiman. Es significativo que pidan la abdicación quienes a la vez aventan presuntos secretos inconfesables de la Princesa. Eso es jugar a dos por el precio de uno».

El Jefe de la Casa del Rey no puede equivocarse en este asunto. Debe caminar con pies de plomo y agilidad de tigre. La prudencia, la mesura, el buen sentido, la diligencia en las respuestas, la flexibilidad y la firmeza son las palabras clave para la acción de la Casa del Rey. Sobre todo teniendo en cuenta que el Gobierno mucho, mucho, no va a hacer. Mariano Rajoy permanece genu- flexo en las naves del templo de Nikko, en su permanente adoración de los tres monos sagrados: «No ver nada, no oír nada, no decir nada».

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.