DON JUAN COBRABA POR LOS POSADOS Y DEDICATORIAS DE SUS FOTOS

Hoy va todo de fotos ¡Empiezo con Corinna! Me lo cuenta todavía patidifuso un periodista norteamericano. Cuando empezó a hablarse de la entrañable amiga del rey de España, acudió en dos ocasiones a su casa de Washington para entrevistarla. El primer día el piso estaba lleno de fotos de ella con don Juan Carlos: esquiando, a bordo de un barco, comiendo, mirando a cámara con un arma en la mano, posando con animales muertos que no habían fallecido de enfermedad para entendernos, en el campo con una bonita puesta de sol al fondo, con un paisaje nevado, con palmeras, de sport, de vestir, levantando una copa a modo de brindis, sonrientes, felices, compenetrados ¡muy guapos! Corinna hizo sentar amablemente al periodista, que escribe en uno de los medios más importantes de Estados Unidos, habló de su trabajo como mediadora y cuando vio que el compañero cogía una de las fotos de la pareja para mirarla de cerca, rememoró soñadoramente: «El primer regalo que le hice al rey fueron un par de zapatos…». En la segunda visita las fotos habían desaparecido, Corinna estuvo rígida y menos simpática y se limitó a explicar que tenía poco tiempo para perder con la prensa...

El espléndido reportaje sobre la herencia de don Juan publicado por Ana María Ortiz la semana pasada me ha recordado una anécdota que reflejé en mi libro sobre la madre del rey, María 'la Brava'. En las fiestas en Villa Giralda, que se celebraban el día del santo de don Juan, el 24 de junio, el fotógrafo portugués César Cardoso era el encargado de tomar las imágenes que luego los invitados se llevaban a su casa. El pobre y arruinado don Juan pensó que podría ganarse un dinerillo para aliviar la onerosa economía familiar, ¡sólo de servicio tenía 17 personas!, y decidió ir a medias con el fotógrafo. Posaban él y su mujer con el invitado que así lo desease, el fotógrafo pedía la dirección y el número de copias, y era el propio don Juan el que cobraba una cantidad, que luego se repartía con Cardoso, que fue quien se lo contó al periodista Juan Antonio Gurriarán. La dedicatoria aumentaba el precio de la fotografía. Y si don Juan estaba distraído, era la misma doña María la que sin complejo ninguno decía: «Espérate un momento que ahora el rey te cobrará» y allí iba alegremente don Juan con su monedero, preguntando: «A ver, ¿dos copias sólo? ¿Con dedicatoria las dos?».

Esta semana las cámaras de fotos se han puesto de luto. Se nos ha muerto Paco Elvira, gran fotógrafo, gran persona, compañero inseparable de Xavier Vinader ¡y tan amigo mío que siempre me votaba para Miss Interviú, año tras año su papeleta era la única en la que salía mi nombre! Nos vimos hace dos semanas en una cena y hablamos de cuando Pedro Palacios nos encargó una serie de reportajes sobre pueblos perdidos de la España profunda y la forma primitiva en que vivían aquella buenas gentes, ¡hace 30 años! Tenían que ser diez crónicas y sólo fueron tres, porque en el cuarto pueblo, cuando bajamos del coche, tuvimos que volver a subir, echar los seguros y huir a toda mecha de las pedradas y los gritos de los lugareños: «Irse de aquí, cabestros… pa que aluego digan que semos unos brutos y unos iniorantes, ¡que le hagan afotos a su p… madre!». Paco reía en sordina mientas nos acordábamos de todo aquello y después me preguntó por mi hijo: él fue la primera persona que vino a verme a la clínica y me regaló un hervidor de agua Alessi, el del pajarito, que todavía utilizo. Paco, Paco, qué gran putada nos has hecho muriéndote.

Sí, ella era la que iba a cargarse la monarquía al casarse con el príncipe, era un disparo en la línea de flotación de los borbones. ¡Había hecho más por la República que Niceto Alcalá Zamora! Pues resulta que quienes se están cargando (presuntamente) la monarquía son los de sangre real, no esta plebeya antipática, adusta, insumisa, que no ha cometido ningún error importante aparte de hacer callar a su marido allá en la noche de los tiempos. Letizia, te envío al cielo porque debes estar harta de Zarzuela y sus ocupantes. Puedes quedarte unos días tocando la lira, total nadie sabe dónde vas cuando desapareces… Puedes cantar también si quieres, se va el caimán, se va el caimán… Era la canción favorita de la bisabuela de tu marido. Se va para Barranquilla.

Inés Sastre y su nuevo acompañante. Un rico industrial de 55 años. ¡No me digas! ¿Rico? ¡Qué raro, querida muchacha! ¡Una anomalía en tu curriculum! Venga, no te enfades, que es broma ¡si ya sé que vas con ellos porque son viejos y feos, por pena, y en lo de rico ni te fijas! Yo sólo te he conocido un ligue de tu edad, cuando los dos erais unos críos. Era…oh, no, mon dieu, he estado a punto de soltarlo… Más de 20 años guardando el secreto y ahora iba a contarlo aquí, como quien no quiere la cosa. ¡Moriré en silencio, no te preocupes! Por cierto, cómo ha engordado ¿verdad? Vale, me callo, que aun terminaré largándolo todo. Rubio ya no es, ¿eh? Anda que la mujer… Si yo te contara…