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Rusos blancos

HABRÁN reparado en que el ministro Margallo, para justificar sus cenas con Corinna, recurrió a una excusa que recuerda la frase hecha en la que suelen refugiarse los personajes del demi-monde cuando son sorprendidos en trance de infidelidad: «Sólo somos amigos». Qué rabia me da saber que en el mercado del couché hay gente que cobra por decir esta frase, con la de veces que la hemos pronunciado en casa sin remuneración alguna.

Éstas son cosas de las que uno querría poder hablar con Emilia Landaluce y Rosa Belmonte, cuyas maldades lograrían que viéramos a Mary Poppins como una genocida. La clandestinidad de Margallo y Corinna, ¿no os parece?, resulta decepcionante desde el punto de vista de la chismografía. No hay recorrido erótico en una cita secreta cuyo único pecado con el que es posible fantasear consiste en una conversación sobre primas a las energías renovables, y a partir de primas imagínenme bostezando. Vaya, que si su encuentro con Ava Gardner hubiera consistido en hablar de eso, Dominguín no habría tenido ninguna prisa por salir a contarlo, ni Sinatra se hubiera subido a un avión para espantarle todos los toreros a la diosa que, como Silvestre después de comerse a Piolín, eructaba las plumas de los ascensoristas de los hoteles en los que se alojaba. Pero mira Margallo, negándolo todo, como si lo que hizo con Corinna pudiera darnos envidia, o siquiera enviarlo a él a dormir en el sofá.

De los tres personajes que tienen al Estado en vilo por lo que puedan filtrar o declarar, Corinna es el único por el que querríamos tener que decir «Sólo somos buenos amigos». Los landistas me comprenderán, porque los otros dos son Bárcenas y Diego Torres, que, en fin, digamos que nos pulsan otras teclas interiores, las que no guardan relación con la predisposición a contratar a la tuna para que aparezca en la cena tocando clavelitos. Eso a Corinna tiene que rendirla. Por más que el general Sanz debiera luego alegar que era la tuna de Farmacia, no la del CNI.

Después de que se haya intentado implicarla en las trapacerías de Nóos, Corinna está en lucha con el Estado, y no me parece que sea contra la voluntad del Rey. A veces creo que irá a buscarlo a Zarzuela, lo liberará, y ambos se irán a vivir una vida como de rusos blancos en París, pero sin conducir un taxi.