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La indiferencia

¿Quién puede observar hoy al PSOE sin sentir pena? Hasta los propios dirigentes socialistas sienten pena de sí mismos y no es de extrañar. Hace sólo un año, los socialistas renovaron su liderazgo eligiendo a Rubalcaba como secretario general y desde entonces no han hecho más que empeorar. La calle está indignada con el PP, pero ignora supinamente al PSOE. La indiferencia es mucho peor que el odio, en este caso. ¿Quién escucha a los dirigentes socialistas, además de los periodistas que tenemos obligación profesional de hacerlo? ¿A quién le interesa la opinión de Rubalcaba sobre el corralito de Chipre, los problemas del euro o los desahucios? Ayer, por ejemplo, el líder del PSOE se desplazó a Zaragoza para visitar el Instituto de Biocomputación y Física de Sistemas Complejos (BIFI). Quería dar un espaldarazo al sistema científico español. Pero nadie se enteró porque la noticia fue el anuncio de cambios en la estructrura del PSOE para evitar otro error como el de Ponferrada. Válgame Dios, como si fuera una cuestión de estructuras.

En esta semana se han alzado voces muy cualificadas de la dirección pidiendo el cese de fuego amigo para centrarse en la cuestión Bárcenas que acosa al PP. Elena Valenciano y Óscar López -dos que ponen la cara a diario para que se la partan- han reclamado solidaridad a sus compañeros y compañeras. Sin embargo, la distancia que separa al líder socialista de la inmensa mayoría de los ciudadanos no se acortaría ni siquiera aunque mañana mismo todos los dirigentes y militantes socialistas -incluida Carme Chacón- se comprometieran a dar hasta la última gota de su sangre por Rubalcaba. Sería una sangre derramada en vano.

Y los compañeros y compañeras socialistas, aún aquellos que apoyaron a Rubalcaba en el Congreso, no son tontos. Ven con impotencia que en este año de mandato del secretario general todo ha ido a peor y que por mucho que preparen con mimo una propuesta programática, la Conferencia Política se centrará en el cambio de liderazgo. España ha cambiado mucho en estos cinco años de crisis. El postmodernismo de la época de Zapatero ya no existe. Las cuestiones de derechos civiles -salvo que uno se tropiece consigo mismo en Ponferrada- no mueven al electorado. La oposición al Gobierno en España la hacen las plataformas ciudadanas herederas del 15-M, las mareas profesionales de todos los colores, Ángela Merkel, un poco los sindicatos y los medios de comunicación independientes. Y Luis Bárcenas, claro, un auténtico puntal de la oposición a Mariano Rajoy. Casa Bárcenas se ha convertido en un escenario de la vida política, como el Congreso de los Diputados, la Audiencia nacional o Génova, 13.

Ésa es la tragedia de Rubalcaba y de la dirección del PSOE. Una tragedia que no tiene fácil solución. Nadie parece saber bien qué hacer en estas ciscunstancias. Nadie puede presentar recetas mágicas ni no mágicas. Pero si hasta la Iglesia católica ha sabido que no podía seguir por el camino que llevaba y ha decidido renovarse, parece mentira que un partido como el PSOE esté como está sin capacidad para reaccionar.