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  • Manuel Jabois

Bárcenas sindicado

APROVECHANDO el error inmenso de retirarle el pasaporte, Luis Bárcenas lleva varias semanas tratando de asentar su imagen de ciudadano normal denunciando situaciones cotidianas en las que podríamos estar envueltos cualquiera de los que tengamos 36 millones en Suiza. Un despido improcedente, un pequeño robo y ahora, subiendo un peldaño de modernidad, mobbing. Por momentos corrió la especie de que podría llegar a cobrar el paro, con lo que se convertiría en el segundo español más famoso en la cola del Inem tras su antiguo jefe, pero el rumor fue rápidamente fulminado. En lugar de eso Bárcenas se ha dedicado todas las mañanas a salir de su portal como si fuese una señora. Lo sabemos por las cámaras que han acampado como si en lugar de salir Bárcenas fuese a empezar Woodstock. Se parece estar buscando el momento en que Bárcenas se cruce con un vecino y le salude para tener la crónica lista en cuanto haga una locura. Expertos en desencriptamiento consideran que el PP y su antiguo tesorero están jugando despaciosamente sus piezas para ver quién se aleja antes del jaque, que no interesa a nadie. Se han cruzado demandas tímidas; se han hecho, como si dijésemos, ojitos judiciales. La tensión es alta por más que Bárcenas se dedique a llenar la sede de policías por motivos sindicales. Salda cuentas discretas, traza venganzas infantiles. Pero crece la sensación de que se matarán despellejándose suavemente porque cada paso adelante es un paso atrás que ya no se podrá dar, y Rajoy, que es muy nécora, no pronuncia su nombre por si al hacerlo tres veces se le aparece con su portal detrás. Bárcenas hace tiempo hasta el 1 de Mayo, donde no descarta hablar después de Toxo y Méndez. Es el Grillo de los millonarios sin amparo; un desarraigado que no quiso ser proletario y al que la masa frenética elige por cagarse en el sistema.