• Sala de columnas
  • Manuel Jabois

Noticias en diferido

EL MINISTRO de Exteriores confirmó ayer que Corinna zu Sayn-Wittgenstein ayudó al Gobierno en gestiones delicadas y confidenciales: «No tengo noticia». Evidentemente, por eso eran secretas. Se ha llegado al extremo de que a un ministro se le pregunte por cosas disparatadas. ¿Qué va a saber un ministro de su cartera? Y sobre todo, ¿qué va a saber un ministro de su cartera si se la pasó un socialista? En el PP lo que sea «no tener noticia» es un asentimiento implícito, una manera decir que sí, lo sabemos, pero dentro de una semana. Margallo se está informando de quién es Corinna y qué relación tiene con España. «¡Ah, si estuviese vivo Mitterrand, ésta no pasaba de los Pirineos!», dice revolviendo papeles mientras pide que le pongan con el Estado Mayor de EEUU, como Ruiz Mateos. Margallo, y por extensión el Gobierno, sabrá de las delicadas misiones de Corinna en diferido, dentro de un tiempo. En el PP todo empieza a tener el sabor tremendo de lo vintage. De hecho ayer Rajoy rozó sin pronunciarla la frase que lleva persiguiendo siglos: estudia no denunciar a Bárcenas. El Gobierno cuenta ya con la colaboración activa del ciudadano, que tiene que ponerse sobreaviso de ciertas cuestiones si quiere mantener el ritmo. Rajoy va tan pasado de vueltas que ya valora directamente no hacer una gestión. El despido de Bárcenas se pactó de esa manera angustiosa: vete muy lejos pero muy despacio. Cospedal no quiere enseñar el finiquito porque si lo hace suena Pimpinela. Hay simulaciones, diferidos y retribuciones llenas de amor; es un finiquito que lo mismo se puede llevar a la Seguridad Social como a los Goya. Corinna vino, hizo más favores que Fernando VII y se va sin cobrar un duro; cómo no va a sospechar el Gobierno si Bárcenas echó el mismo tiempo en el PP que Raúl en el Madrid y no perdona un chicle, como él.