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  • Enric González

Titiriteros

HEMOS asistido ya a los dos grandes debates anuales. Es momento de hacer balance.

En el primero de ellos, la gala de los Premios Goya, la gente del cine español ha protestado contra los recortes. A diferencia de sus conciudadanos, felices por la tiritona presupuestaria, los titiriteros se permiten criticar al Gobierno durante un acto subvencionado y retransmitido por la televisión pública. Intolerable. Como cada año, se alza un clamor: que se acaben las subvenciones al cine. Por fortuna, ahí está la prensa para desvelar la hipocresía de los titiriteros. Resulta que Maribel Verdú, quejosa con los desahucios, ¡trabajó hace años en unos anuncios de hipotecas! Y encima vestía un traje caro. ¡Fuera subvenciones!

Evidentemente, aquí se habla de subvenciones al cine. No de las subvenciones a los periódicos. Eso no existe. Lo que recibe la prensa (y en especial La Razón, que se ensañó con Verdú en portada) son unas razonables ayudas a través de licencias, anuncios y suscripciones institucionales o, en el caso catalán, por la vía del pastizal directo, que no son desdeñables. Un servidor, el de la columna de al lado y los de la página siguiente cobramos en parte gracias a eso. Pero es distinto. Los hipócritas son los actores.

Además del oportuno trabajo de la prensa, ha destacado por su presteza el ministro Montoro: hacía falta que alguien dijera que ciertos actores viven en países extranjeros y pagan allí sus impuestos. ¡Ah, miserables! Montoro puede hablar alto y claro porque no tiene nada que reprocharse. Cobró durante los años en la oposición gracias a la subvención a los partidos (nada que ver con la subvención al cine), y cobra ahora un sueldo público como recompensa por patrocinar una magnífica amnistía fiscal. Conclusión: los titiriteros son una desgracia para España.

Vamos con el otro debate, el que se celebra en el Parlamento sobre el estado de la Nación. También es un acto subvencionado y retransmitido por la televisión pública. Como cada año, ha ganado el Gobierno. Hasta Zapatero ganaba en esos debates. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, lanzó un mensaje fundamental: ya tenemos la cabecita fuera, es decir, estamos con el agua al cuello, y eso es bueno. Vale que enfrente tenía a Rubalcaba y el PSOE, un combo opositor penoso, pero aun así tiene mérito. Rajoy habló también de la corrupción política y supo alentarnos. El PSOE, dijo, ya ha sido condenado por financiación ilegal, y el PP todavía no. Conclusión: qué alivio, estamos en buenas manos.

Sigan los resultados de las elecciones italianas este fin de semana. Y miren los votos que obtiene Cinco Estrellas, el movimiento populista del titiritero Beppe Grillo. O cambian mucho las cosas, que no parece, o estaremos ahí en poco tiempo.