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  • Manuel Jabois

La peineta de Bárcenas

LA ÚNICA peineta que ha merecido la pena en 20 años en España la hizo Fabio Capello y además la dirigió, como entrenador del Madrid, a un objetivo legítimo: unos piperos del Santiago Bernabéu. Fue espléndida además en su proyección, pues Fabio apretó la mandíbula como si se le fuesen a saltar los dientes y elevó el dedo secamente con rigor marca de la casa. Capello hacía la peineta como las alineaciones, y en ello había no tanto una señal de furia como cariño por el trabajo bien hecho. En un momento de su vida Aznar también se puso a hacer cortes de mangas. Que con toda la fauna que se le metió en la boda de su hija hubiese guardado el dedo ocho años tuvo un mérito que nadie reconoció en su momento. Aznar llevaba con el dedo a medio estirar desde los brindis del banquete, y lo mantuvo en posición hasta que le salió de golpe contra unos chavales que pasaban por allí insultando. Lo hizo sonriendo, con lo cual dio más miedo. Los mejores momentos de la estética aznariana lo revelan con el gesto endurecido prometiendo una guerra santa. El Aznar de espaldas al pueblo era un Aznar que definía sus posiciones faciales con el virtuosismo de un emperador; fue empezar a sonreír y salirle la peineta disparada. Bárcenas acaba de intentar hacer la suya con tan poco éxito que casi se le acerca un camarero a llevarle la cuenta. Levantó el dedo por encima de la cabeza, en lo que no debe de ser nunca una peineta, gesto delicado que requiere una armonía que Bárcenas en estos momentos no tiene. Desde que se supo que tenía 22 millones en Suiza no ha parado de esquiar por medio mundo, como si hubiera estado esperando una señal, y a los periodistas ya los despacha en Barajas como las folclóricas. A ver si nos explican los peritos si es posible, por la letra de sus papeles, que haya hecho las notas con el dedo al aire, esperando no tanto a los líderes como a las cámaras.