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  • Luis M. Anson

Luces y sombras de Mariano Rajoy

«TÚ me has asegurado, mi querido Mariano -le dijo un día Alfredo Pérez Rubalcaba a Rajoy en los pasillos del Congreso- que te vas este fin de semana a Sevilla para que yo crea que te vas a Vigo. Pero yo sé que te vas a Sevilla, entonces ¿por qué me mientes?».Genio y figura, el presidente del Gobierno no sabe, ni siquiera él mismo, adónde realmente va. Eso le embriaga a Pedro Arriola. Para la eminencia gris del PP, Mariano Rajoy debe permanecer en ninguna parte. Y no decir nada, callarse como un puta. Recuerdo que, hace ya demasiados años, visité Nikko. Allí me tropecé con los tres monos célebres: «No ver nada, no oír nada, no decir nada». Esto es, la quintaesencia de la filosofía arriólica.

Lo que ocurre es que Rubalcaba ha descuartizado la abulia marianita. Con su oscura mano izquierda, ha preparado un 11-M sin violencia pero con centenares de posibles cadáveres políticos. El eje Bárcenas-Garzón-Trías, que se ha quebrado ya, aunque tal vez las disensiones sean solo un paripé, provocó la explosión. Rajoy tuvo que saltar de su madriguera monclovita y enfrentarse protegido por un plasma arriólico con los medios de comunicación, con los mastines del periodismo que aúllan entre los tobillos del Partido Popular. Se equivocó el presidente en enero de 2012 al prescindir de un vicepresidente económico; se equivocó al no pactar con un alicaído Rubalcaba la reforma laboral y anunciarla conjuntamente al país; se equivocó al despachar desabridamente hace un año a un Arturo Mas que no quería otra cosa que dinero para cubrir sus deudas y auxilio para taponar la corrupción emergente; se equivocó al instalarse en la nada como garantía de mayoría absoluta en las andaluzas; se equivocó al demorar demasiados meses el nombramiento de presidente en Televisión Española; se equivocó en su política proteccionista de algunos medios audiovisuales; se equivocó al no acordar, conforme al espíritu de la Transición, una declaración conjunta con el PSOE el verano pasado rechazando de forma rotunda la pirueta secesionista de Oriol Junqueras y su marioneta Mas. Muchas son las sombras que entenebrecen la gestión marianita porque la política de la suficiencia, el desdén y el verlas venir tiene sus límites. Como también, el desprecio por los medios de comunicación y por los profesionales que los pilotan.

A pesar de todo, el balance de Rajoy resulta positivo porque ha acertado de lleno en la política internacional. Las luces de su gestión exterior, sobre todo en Europa, despejan las sombras interiores. El presidente del Gobierno ha sabido eludir el rescate, que nos hubiera precipitado en el pozo de Grecia o Portugal. No se ha reconocido de forma objetiva este acierto marianita. La primera medida de los rescatadores hubiera sido reducir en un 20% las pensiones, lo que habría alterado el entero mapa electoral español. Resistió Mariano Rajoy todos los acosos internos y externos, se entendió con Hollande y Monti, desafió la prepotencia de Angela Merkel, aguantó la crecida abrumadora de la prima de riesgo, pagó intereses de usura, pero salvó al pueblo español del zarandeo de los tiburones internacionales y permitió que viéramos las luces al final del túnel de la crisis económica.

Ante la dimisión coreada por el PSOE y la extrema izquierda, lo positivo es, tal y como están las cosas, que Rajoy permanezca y que se dedique íntegramente a la gestión gubernamental, dejando la del Partido Popular en manos expertas, que podrían ser las de José María Aznar, el único dirigente con autoridad personal para limpiar la podredumbre y enderezar el rumbo de la nave popular.

Luis María Anson es miembro de la Real Academia Española.