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  • Victoria Prego

Es momento de respuestas

Las preguntas ya llevamos varios días haciéndolas pero hoy hay que repetirlas:

¿De dónde procedía el dinero que Bárcenas estuvo distribuyendo entre dirigentes del PP y cuánto dinero ha sido en total?

¿Quiénes, hayan sido empresas o particulares, suministraban esas sumas de dinero y a cambio de qué lo hacían?

¿Qué decisiones se tomaron por parte de responsables del partido en pago a esas llamadas donaciones?

¿Quienes dentro del PP han estado recibiendo dinero, y cuánto, desde hace años?

¿Quiénes de ellos declararon esos ingresos a Hacienda y quiénes los ocultaron al Fisco?

Pero, a estas alturas, lo que verdaderamente importa ya son las respuestas a todo esto. Y no las que pueda suministrar Bárcenas, que siempre hará un uso manipulador de la gravísima información que custodia. Las respuestas tienen que venir del PP, porque es este partido el que ayer se quedó literalmente en cueros en mitad de la plaza pública ante el atónito e indignado pueblo español.

Y no nos venga nadie ahora con la copla de que la mayoría de las personas se corrompe a su modo y según su escala. Será verdad, pero ahora estamos hablando de otra cosa. Hablamos de un partido que ha estado señalando a su adversario desde hace décadas por haberse financiando ilegalmente a través de la red de Filesa y por haber saqueado el dinero de los fondos reservados. De un partido que se exhibe como modelo de limpieza y de honestidad. Y que, encima, está gobernando el país en medio de una crisis y pidiendo sacrificios extremos a sus ciudadanos.

Nada menos que el presidente de España, don Mariano Rajoy, está inexcusablemente obligado a dar urgentes y públicas explicaciones sobre si cobró o no cobró en negro, que es lo que dicen los apuntes escritos de su puño y letra por el ex tesorero de su partido.

Ésta es la cuestión. Y es gravísima porque afecta al Gobierno y, por lo tanto, al país entero. En el interior y también ante el exterior.

Ojalá el presidente pueda asegurarnos, y después acreditar, que esos sobresueldos, si los percibió, fueron convenientemente declarados y cotizó por ellos. Sería verdaderamente un alivio porque, si fuera de otro modo, la crisis que se abriría en España sería profundísima e institucional. Era lo que nos faltaba.

Lo que suceda con los demás altos cargos del partido es distinto aunque suponga todo un trauma nacional: se exige la expulsión de quienes se compruebe que han cometido un fraude continuado -porque estas anotaciones se refieren a ingresos recibidos durante años- y se cargan al PP todas las toneladas de descrédito que merezca. Pero la presidencia del Gobierno... Eso son palabras muy mayores y de inmenso calado. Lo mismo que si afectara a la jefatura del Estado. Algo menos, quizá.

Tenemos derecho a reclamar que mañana hable Rajoy, y él no debe eludir el caso: los apuntes de Bárcenas le señalan y los españoles exigen ya tener las cosas muy claras para saber luego cómo actuar.

Porque, además, detrás de todo esto, en un segundo plano y en la penumbra, repiquetea la última pregunta: ¿Disponemos ahora mismo en la oposición de un partido y un equipo preparado y en condiciones para sustituir al que gobierna? Ése es nuestro otro drama.