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  • Salvador Sostres

Javier de la Rosa

ME CAE bien Javier de la Rosa y es un honor ser su amigo. Ahora está de moda ponerle de ejemplo de lo peor, pero los que le desprecian no son ni remotamente capaces de su generosidad.

Más bien lo contrario: los dos periódicos más importantes de Barcelona, El Periódico y La Vanguardia, que ayer de un modo más abyecto procedieron a su linchamiento, son los que más dinero han recibido de él, tanto sus empresas como sus editores personalmente.

Javier de la Rosa confirmó ayer ante la juez acusaciones gravísimas contra Jordi Pujol y en lo único en lo que no se ratificó fue en lo de que el expresidente le amenazara, pues decidió perdonar las incontinencias de un señor ya mayor que ve cómo su tinglado y el de sus compinches se desmorona.

Si De la Rosa financió en su momento a Convergència fue porque hubo un tiempo en el que en Cataluña no se podía trabajar sin pagar la mordida.

También «la familia» le atracó durante la construcción de Port Aventura. Un íntimo colaborador de Pujol le llamó pidiéndole 1.000 millones de pesetas. Pujol le dijo que no hiciera caso de la llamada hasta que al cabo de unos días, cuando supo que quien estaba detrás del escandaloso atraco era su hijo mayor, le pidió por favor que pagara.

Le culparon de arruinar a los pequeños accionistas de Gran Tibidabo, cuando lo que les arruinó fue la intervención judicial de la compañía capitaneada por los fiscales Mena y Vilarejo en su locura persecutoria contra la burguesía catalana. Después de la guerra de Kuwait le acusaron de quedarse con un dinero que quien realmente lo recibió era entonces intocable. Ahora ya no.

De la Rosa se jugó su dinero para construir Port Aventura y la clínica Teknon, para reflotar el Tibidabo, para salvar de la quiebra a la química Cros, y para traer a Barcelona las sedes sociales de empresas tan importantes como Explosivos Río Tinto o Grupo Ebro, la mayor azucarera de Europa. De la Rosa fue el último empresario catalán, el último que arriesgó su capital. Ahora, los que tanto se proclaman «sociedad civil catalana», son cuatro fantoches avaros y arruinados. Javier Godó, el primero. El conde más deficitario de la Historia de España.

Javier de la Rosa cayó en el exceso de quien se cree impune, pero dejó el mundo mejor de lo que estaba y eso es mucho más de lo que pueden decir los que le insultan y difaman.