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  • Raul del Pozo

Dar por el saco

Vivimos el siglo de oro del insulto. Los bates de béisbol y los puños americanos de la Transición son ahora los mensajes en los blogs, en los periódicos on line o en las redes sociales. La ideología del odio se traslada a los ordenadores de millones de ciudadanos, una gran parte de ellos chusma de calumniadores al servicio de los partidos. Son las fuerzas de choque del marketing del rencor, la doctrina del «tú más» que Alfredo Pérez Rubalcaba proponía desterrar de entre nuestras costumbres caníbales. No hay que alterarse: más vale que ataquen con insultos que con pistolas; el debate y hasta la riña son la levadura de la libertad.

Ya en el Senado de Roma se daban con los anillos de hierro en el cogote y se decían unos a otros alimañas. Entonces, como ahora, en política era imposible la amistad entre adversarios y se practicaban todas las formas de ofender. «El envidioso injuria con su malignidad, el contrincante con el mote, el que envía anónimos con su cobardía», comentaba Séneca, que sufrió toda clase de vejaciones.

En la batalla de infamias yo creí que el, por ahora, frustrado intento de independencia de Cataluña iba a convertirse en una guerra de insultos. No ha sido así, a pesar de que Artur Mas culpa del envenenamiento del debate a la gente con mente enferma que calumnia. «No podemos erradicar la difamación». ¿Es difamación que se haya publicado la noticia de las cuentas en Suiza y en otros paraísos fiscales? Yo más bien creo que, gracias al carácter septentrional de Mariano Rajoy, desde el Estado no se han pisado las líneas de la injuria. El debate se mantiene en cierto e inesperado fair play pese a que hemos visto que adoran más al vellocino que a Jasón.

Tal vez tenga razón Mas cuando ha comentado que esta vez desde el Estado «van a saco». ¿Y qué esperaba? ¿Que lo trataran como un buen ciudadano? Entrar a saco es una derivación de saqueo, asalto y pillaje. En 1527 Roma despertó por última vez como la ciudad más rica del mundo cuando 25.000 mendigos con el santo y seña España dejaron al Pontífice sin tiara. Pero también entraron al saco y al botín los catalanes en Grecia al grito de «Aragó, Aragó y Sant Jordi».

En los dos saqueos se cortaron cabezas y en algunos países del Mediterráneo aún se dice como maldición: «Venganza catalana te alcance». No hablemos de saqueo. Si nosotros les damos por el saco, ellos nos dan pel saco. Dar por el saco es un eufemismo de dar por el culo, de ojalar. Lo que ocurre es que el saqueo ahora no se hace con espadas y cuchillos, sino con cuentas opacas.