Opositora a golpe de cadera

Las canciones de esta bailarina egipcia de danza del vientre se han convertido en un símbolo de la disidencia contra el presidente Mursi

La bailarina de danza del vientre Sama Al Masri. / EL MUNDO

Las huestes más entusiastas han proclamado a Sama, una despampanante bailarina de danza oriental, como la auténtica oposición a los islamistas. Su bamboleo de pelvis resulta imbatible en la bancada contraria al presidente egipcio, Mohamed Mursi. Para desgracia de los Hermanos Musulmanes, el videoclip que Sama subió a la Red en diciembre se ha convertido en un fenómeno viral. Cientos de miles de internautas se han rendido a la melodía contagiosa de Las caderas no mienten. En tres minutos, la treintañera no deja títere con cabeza: A los Hermanos y sus piadosos aliados les dedica lindezas tales como «matones», «ladrones», «terroristas» y «mercaderes de la religión».

«En una noche terminaron su pequeña cocina constitucional», espeta a propósito de la maratoniana sesión que acabó al alba con la aprobación del borrador constitucional. Con dos mangos a modo de maracas, Sama se mofa incluso de la promesa de abaratar el precio de la fruta que anunció Mursi en su primera entrevista televisiva.

«Cualquiera tiene derecho a expresar su opinión», se escuda la artista. Por si acaso -y en medio de una guerra de demandas contra caricaturistas, presentadores de televisión e intelectuales por burlarse del rais-, la pícara Sama evita nombrar a los aludidos. «Nunca les menciono. Todo son insinuaciones», replica. Su nuevo tema, que ya le ha valido una denuncia judicial por incitar a la discordia y la sedición, despedaza a golpe de contoneo al jeque Abu Ismail, la estrella del firmamento salafista (rigorista) que se prepara para su triunfal paseíllo hacia el Parlamento en los comicios de abril.

Sin pelos en la lengua, Sama -la erótica protagonista de un filme censurado por la Universidad de Al Azhar- es carne del chisme desde que en marzo confesara ser esposa del diputado salafista repudiado y apartado por su partido tras airearse que había acudido al pecaminoso bisturí en busca de una reducción de napias. Aquel escándalo le sirvió a la bailarina para descubrir la vida polígama de su cónyuge y arrancarle una buena suma de dinero a cambio del divorcio.

Lejos del litigio matrimonial y el libelo político, el último recado que ha salido de su boca ha ido a parar a las odaliscas árabes que participan desde ayer en un festival de danza del vientre en la ciudad turística israelí de Eilat: «Que ardan en el infierno antes de llegar allí».