Al parecer, Noruega sigue siendo un Notorious Ranch que los terroristas menos duros, signifique esto lo que signifique, siguen usando como base de encuentros con batasunos y mediadores internacionales. No hay el menor indicio de que haya aparecido por allí ningún enviado oficial ni oficioso del Gobierno, ningún Eguiguren del PP, para entendernos.
En Oslo se gestó la visita que el pasado noviembre hizo al País Vasco el ex jefe de Gabinete de Tony Blair, Jonathan Powell, para pedir una comisión de seguimiento del cumplimiento por parte del Gobierno español de las condiciones para que ETA reconozca «el daño político causado», en una formulación que no menoscabe su autoestima. A ver si se creen que los terroristas no tienen sentido de la dignidad.
Powell no es más que un comisionista, un tipo que cobra por hacer gestiones, algo menos impresentable que el sudafricano Brian Currin, pero el negocio es el mismo. Su último viaje fracasó; el entonces presidente del EBB, Iñigo Urkullu, le indicó que el foro para tratar cualquier asunto de esa naturaleza era el Parlamento vasco.
Nunca he creído que el Gobierno esté negociando con ETA, tal como dice el ministro Fernández cada vez que tiene ocasión, pero se me antoja que Noruega es un país serio, que no se ofrecería como meublé para encuentros clandestinos, salvo que contara con el beneplácito de España. Es verdad que nuestro prestigio exterior no pasa por grandes momentos, pero aún mantiene ciertas hechuras de Estado, y, a la hora de optar, entre España y una organización terrorista amortizada, como ETA, no hay color hasta para un noruego.
Para entender cabalmente este momento es preciso recurrir a la ambivalencia que describe Orwell en Notas sobre el nacionalismo: «En el pensamiento nacionalista hay hechos que son verdaderos y falsos al mismo tiempo, que se conocen y que se desconocen». Todo el mundo sostiene que ETA renunció a la violencia de manera definitiva en su comunicado del 20 de octubre de 2011, pero «definitiva» tiene un significado provisional en tanto llegan a un acuerdo. Los terroristas han dejado la violencia, pero dos de ellos fueron detenidos en Francia con un arma la víspera de que una plataforma abertzale convocara en Bilbao a una multitud para exigir el cambio de la política penitenciaria en España y Francia. No se sabe por qué no incluyen al Reino Unido, Portugal e Italia, países cuyas cárceles también tienen terroristas vascos entre sus internos. El manifiesto leído al final alcanzó cotas extraordinarias de alteridad: «La crueldad siempre ha sido asidero de la cobardía», sin que al maestro de ceremonias le temblara la voz, ni le cruzaran imágenes de cualquiera de las 858 víctimas inocentes, perdonen el pleonasmo: hombres desprevenidos, niños, ancianos y mujeres, alguna de ellas embarazada.
Acusan a las víctimas de inspirar una política penitenciaria basada en la venganza, cuando en realidad quieren dictarla ellos. ¿Y por qué no? Si la ruptura de España la deciden a solas los catalanes, es lógico que la política penitenciaria la decidan sólo los terroristas, sus usuarios.